(De marzo del 2015, hace ya tres años…)
Cuando muchos apostaban a la post modernidad como el fin de la modernidad en un sentido positivista, resultado de la consecución de todos los propósitos, resulta que nos tropezamos con ese cascarón de tierra en medio del Mar Caribe, que ha arribado al dorado de la filosofía, a la etapa posterior del desarrollo de los hombres, pero navegando a la inversa, en sentido contrario al decursar de la historia.
En Cuba la post modernidad es un hecho. Hemos llegado a ella a la manera de Pierre Boulle, con edificios destruidos, simios cabalgando por los prados a la par que acarrean a sus esclavos y la estatua de la libertad de Nueva York quebrada en alguna playa de aguas no tan azules.
Los hechos, en el peor de los casos, se manifiestan en círculos cerrados, con alguna que otra pausa en el camino; nunca en espiral ascendente como quizás debiera ser.
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