
(Escrito hace un año, en marzo del 2017)
Zak Hilditch es un realizador australiano prácticamente desconocido, que atesora el mérito de imaginar y escribir sus propias historias. Una de ellas, “These Final Hours”, cinta presentada en Cannes 2014, aborda con asombroso ingenio y con aguda rectitud, he de decirles, el tema inacabable de la naturaleza humana y sus imperfecciones, desnudadas al filo de la bestialidad más amarga que, tal y como acaece cuando el final se acerca, se revela de manera inexorable en cada uno de nosotros. El asomo sempiterno de la muerte nos hace mejores o peores, qué duda cabe. Y Hilditch aprovecha la coyuntura que ha ideado, el próximo fin de la existencia, para contarnos una maravillosa, cruel, y al mismo tiempo emocionante historia de redención y, curiosamente, vida.
James (un excelente Nathan Phillips), hombre epicúreo y superficial que ha llevado hasta entonces una existencia banal, recobra el sentido de la responsabilidad y por azares del destino, 12 horas antes de que un cataclismo barra con el continente australiano, se impone una meta de auto regeneración y salvación. La bondad, al igual que el más tenebroso mal, suele aflorar en situaciones límite. Todo depende seguramente, nos dice Hilditch, de la naturaleza verdadera que acarreemos. La pieza, finísima y sin embargo brutal, es de esas que se nos queda merodeando en los recuerdos por muchísimo tiempo, y que nos hace preguntarnos dónde residen las prioridades y miserias. De mantener este paso, Zak Hilditch debiera convertirse en un maestro venerado y sabio.
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