(Escribí esta pequeña reseña hace ya dos años. Sigo rescatando mi material perdido)
“Pride and Prejudice” es un novelón romántico que nos legó la buena de Jane Austen. Pero también es un increíble fresco de aquellos tiempos en que tener una dote de hijas en plena campiña inglesa obligaba a sus padres a ser políticos, estrategas y jugadores de ajedrez. Pues bien, nadie como Joe Wright para captar el espíritu de la Austen y la esencia de sus orgullos y prejuicios.
Wright, un especialista en cine de época que suele naufragar cuando se enrumba en historias atemporales al estilo de “Pan”, una especie de heredero de Jim Sheridan, no solo nos ofrece el privilegio de atisbar a una maravillosa y soberbia Keira Knightley en su papel de Lizzy, sino que sobre todo se da el lujo de trasladarnos a un mundo ya antiguo que parece conocer al dedillo, sobre todo de la mano del humor sosegado y amable conque Deborah Moggach, su guionista en este caso, tiñe a las situaciones y a los personajes.
Wright no se ha logrado superar en el devenir de su obra. Difícil hacerlo cuando “Pride and Prejudice” se ha constituido en el debut de toda tu carrera.
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