Las preocupaciones del cine de ciencia ficción suelen girar en torno a dos grandes y trascendentes tópicos: el ejercicio del poder en cualquiera de sus variantes y la hechura y escritura de la historia por parte de los hombres. Ha sido una preocupación existencial plasmada por el género, con mayor o menor fortuna, desde siempre. Y un diálogo en Oblivion, cinta del inexperto Joseph Kosinski, así lo ratifica:
– Arriesgaste la vida de todos. ¿Por qué piensas que él es diferente?
– Él ya no cree.
El problema es que este es un filme fallido. Y va, si acaso, un paso por delante cuando (por exigencias del género) deberían ser al menos dos. El pneuma metafórico que apunta a la redención de un hombre, muy en la cuerda de The Matrix (salvando las distancias), jamás llega a buen puerto. Demasiados balazos. Innumerables clones. Un Hindenburg envuelto en fuego en las arenas de un Nueva York apocalíptico.
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