153. Philomena

Hay en “Philomena” un periodista, ex vocero del gobierno de Tony Blair (la cinta cuenta una historia real) que se niega a escribir sobre “asuntos de interés humano” porque considera que tales historias sólo podrían interesar a personas mediocres y sin vida propia. Al final el tipo, por supuesto, termina recibiendo una lección.
Este filme del muy prolífico Stephen Frears trata precisamente sobre “asuntos de interés humano”. Buena historia, gran pulso narrativo y una música inolvidable.
Judi Dench, grandísima actriz, le regala al viejo de Stephen una soberbia interpretación, de esas que se ven tan solo un par al año…

152. Para los amigos de Facebook

Les iba a comentar en estos días sobre Incredibles 2 y la manera en que Pixar ha empujado el asombro en las cintas de animación; sobre 1922 y la caída de zak Hilditch; también sobre la muy sobrevalorada MIndHunter, (esa malograda pieza de David Fincher); sobre el bodrio de Del Toro y aquel Oscar político que le otorgaron (una verguenza)… Iba a hablarles de muchas cosas como esa magnífica e inquietante docu-serie, Making a Murderer, que nos cuenta de la eterna contienda entre el insignificante individuo y el estado omnipotente; sobre 13 Reasons Why y la negación de la muerte y sobre Plutarco, Arriano, Diodoro y la figura de Alejandro… Les iba a hablar, pero ya no estoy tan seguro. Me falta el tiempo y no sobran las ganas… Facebook me sigue causando asqueadas, aunque a ustedes, mis amigos, aún los echo de menos…

151. Rachel Divide

The Rachel Divide, un documental filmado por la cineasta Laura Brownson, es un acercamiento acrítico hacia la figura de Rachel Dolezal, uno de los personajes más infaustos y patéticos de la historia norteamericana de los últimos años. Dolezal, mujer blanca nacida en el seno de una familia profundamente cristiana en el estado de Montana, se hizo pasar por negra para ocupar puestos docentes en diferentes cátedras y para adquirir relevancia política desde su púlpito de luchadora por los derechos civiles. Su paradigma ideológico era Malcolm X, aquel extremista y racista agitador afroamericano que tanta discordia y tanto odio sembró décadas atrás en todos los Estados Unidos.

Brownson no hace una apología de la Dolezal, derribada por la mentira que ella misma construyó. Tampoco la señala con el dedo para revelar sus faltas; simplemente se limita a reflejar con una neutralidad apabullante los hechos, tal y como se sucedieron, y el transcurrir posterior de la vida de su personaje.

Víctima de su escaso sentido ético, la Dolezal se ha ganado el desprecio de aquellos a quienes defendía con fervor (utilizando, incluso, la mentira) siendo ahora receptora de ese racismo a la inversa del que tan poco se dice. Odiada por tirios y troyanos, la Dolezal no ha hecho otra cosa que aferrarse a su fantasía trans-racial para enunciar que, a la usanza de lo que ha venido sucediendo en relación a los temas biológicos sobre el sexo, para ser uno negro o blanco o amarillo solo tiene que sentirlo.

Lo curioso, si es que el término cabe en un contorno como este, es que aquellos que se identifican a sí mismos como furibundos liberales y que mantienen una posición idéntica sobre el concepto trans-género, no hayan dudado ni un segundo en apalear la cabeza de la Dolezal, ahora llamada Nkechi Amare Diallo (es permitido carcajearse) criticando aquello de la apropiación oportunista de una raza y una cultura diferentes.

Nada, que el chapucero postizo de la Dolezal y sus polvos bronceadores y sus hijos negros no han servido de nada cuando de ganarse el cielo del progresismo norteamericano se trata.

150

Eusebio Leal Spengler no es más que un alumno aventajado de Emilio R de Leuchsenring, aquel historiador oficial de la Ciudad de la Habana a quien el cónsul norteamericano en tiempos de Grau, Lester D Mallory, calificó como “oponente de las políticas de Estados Unidos en Cuba” y como “compañero de viaje de los comunistas” de la época.
Es decir, ni siquiera Castro fue original en eso de nombrar a un “antimperialista” como jerarca de la oficina del historiador capitalino. Un ex coronel del ejército libertador, Carlos Mendieta, se le adelantó por 32 años.

149

El 6 de septiembre de 1933, a las 10 de la mañana, en conversación telefónica con el embajador en La Habana Summer Wells, el secretario de Estado norteamericano Cordell Hull establecería una posición que terminaría echando por tierra toda la histérica propaganda anti estadounidense que se ha manejado en el islote tenebroso durante décadas y décadas y que plantea que los Estados Unidos sólo querían apropiarse del cascarón caribeño a como diera lugar.

Cordell le dice a Welles que prefería evitar un desembarco de hombres en la capital cubana, a pesar de todo el clima de violencia e inseguridad que se respiraba en aquel entonces. “Lo haremos sólo si es absolutamente necesario, si nos vemos obligado a ello. No vamos a dudar si nos obligan, por supuesto, pero no es lo que queremos porque si tenemos que ir allí de nuevo, nunca seremos capaces de salir y vamos a tener en nuestras manos el trabajo de hace treinta años”.

Señores, al gobierno estadounidense no le interesaba hacerse cargo de la administración de un pueblo desorganizado y propenso a la violencia y al disfrute. La abolición de la Enmienda Platt debe haber significado un alivio para ellos. ¿Se imaginan la dependencia social proveniente de Puerto Rico multiplicada por dos?

Por cierto, y como apunte interesante, Cordell Hull ganaría el premio Nobel de la Paz en 1945 debido a sus esfuerzos por el establecimiento de la Organización de Naciones Unidas.

148

Un memorándum del jefe del FBI John Edgar Hoover del 29 de agosto de 1945 alertaba de un hecho que poco ha trascendido en la historiografía cubiche.

El 23 de agosto de 1945 se reunieron en casa del senador Ramón Vasconcelos varios líderes políticos del Partido Liberal para preparar el regreso del ex presidente Fulgencio Batista desde Florida, USA. El plan concretado fue el siguiente: propiciar la renuncia del senador comunista por Oriente César Vilar, en favor del general Batista, el cual obtendría de esta forma inmunidad diplomática hasta el fin de la presidencia de Ramón Grau San Martín. A Vilar se le pagaría otorgándole apoyo en su candidatura para alcalde de algunas de las grandes ciudades del Oriente

147

Terminada la Segunda Guerra Mundial, y bajo el gobierno de Grau San Martín, la URSS desarrollaba tranquila y legalmente actividades “culturales” en Cuba. Se publicaba en aquel entonces una revista mensual, “Cuba y la URSS” por mediación del Instituto de Intercambio cultural cubano-soviético, donde se abordaban temas científicos y artísticos que evitaban el debate político.
En diciembre de 1945, durante la Feria del Libro de la Habana, se dio una charla que llevaba por título “La libertad de prensa en la URSS”, por parte del encargado de la sección de prensa del festival.
El 23 de enero de 1946 se exhibió el filme “Alexander Nevsky” y se leyeron reseñas de varios críticos cinematográficos cubanos sobre otras cintas soviéticas. El 11 de marzo Manuel Mesa, en el Instituto Cultural Soviético-Mexicano, realizó la presentación del libro “Mis impresiones de un viaje a la URSS”.
También se realizaría un concierto de la orquesta de cámara rusa y el 10 de abril el diplomático Dmitri Zaikin, encargado de asuntos consulares, daría una fiesta de despedida a amigos y colegas.
Algo más de una década después, la patria de Lenin anexaría a la isla.

146

Le comentaba a un amigo que ser “liberal”, progresista o simplemente cool, políticamente hablando, se ha constituido en el nuevo conservadurismo. La revolución hippie marcó las pautas del mundo por venir, y los rezagos de la guerra de Viet Nam moldearon a varias generaciones en todo el mundo occidental. Desde hace cuarenta años se ha instituido el patrón del “progresismo ilustrado” que ha terminado por aposentarse y dominar los claustros universitarios y las instituciones de todo tipo y laya. Sostener ideas contrarias a las tendencias colectivistas que hoy abundan, polemizar con aquellos que proponen y justifican el llamado Estado de Bienestar, es lo verdaderamente revolucionario a la luz de los tiempos que corren. Sí, el “liberalismo progresista” es el nuevo conservadurismo. Los hacedores del buenismo se han convertido en los reaccionarios del presente.