La teoría “liberal” acerca de los Dixiecrats y el cambio de partidos durante la campaña presidencial de Nixon (muy enarbolada a nivel local por el comentarista Roberto Rodriguez Tejera y sus usuales invitados) que intenta satanizar al partido republicano del último medio siglo, no pasa de ser una falacia. Y ahí están los números para ratificarlo. De la amplia bancada demócrata segregacionista sureña, sólo un representante del congreso (Albert Watson) y uno del Senado (Strom Thurmond) se cambiaron de bando. Como siempre, la izquierda ideológica intentando reescribir la historia con la complicidad de medios e instituciones educativas.
Curiosamente, por utilizar un término baladí, las cinco características de las plantaciones esclavistas descritas por el historiador Kenneth Stampp, están presentes en todas las grandes ciudades administradas desde hace décadas por el partido demócrata. Desde Detroit y Chicago hasta Nueva York y Baltimore, pasando por la infausta Flint o la violenta Cleveland. Viviendas ruinosas, familias rotas, violencia, desesperanza y nihilismo y desesperación… Es el rostro contemporáneo del racismo, como muy acertadamente ha señalado Dinesh De Souza.
Richard Spencer, el adalid de la “derecha alternativa”, ese eufemismo de la media para denominar lo que para ellos significa el “ultra derechismo”, no es más que un fascista de izquierda, a pesar de su presunto apoyo a la administración Trump. Un apoyo, por cierto, superficial y solo en apariencias. En entrevista con Dinesh De Souza, Spencer afirmó con convicción una máxima del actual “progresismo”: ““Ningún individuo tiene algún derecho fuera de una comunidad colectiva”. También confesó su admiración por los presidentes Jackson y Polk (ambos bastiones del partido demócrata) y su complacencia con la implementación efectiva y real del socialismo. Para Spencer, el establecimiento de un sistema nacional de salud (a la usanza de Cuba) es primordial. También reniega de la constitución fundacional de los Estados Unidos y piensa que Reagan no fue un buen presidente. Su posición en relación a la política de inmigración es racial y no legal, a diferencia del presidente Trump. Y sin embargo, todos los medios lo presentan como un líder de la derecha alternativa de la misma manera que describen al fascismo como un movimiento conservador de derechas.
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