Aquella cooperación entre la agente Clarence Starling y el perturbado psiquiatra Hannibal Lecter que Thomas Harris nos cuenta en su The Silence of the Lambs, texto luego tan brillantemente recreado por Jonathan Demme, no es más que una prolongación artística de los contactos sostenidos entre Bill Hagmaier, el agente del FBI pionero en la conformación de perfiles psicológicos de serial killers en los Estados Unidos, y el asesino Ted Bundy en 1984, mucho antes de que éste se decidiera a confesar sus abominables crímenes (oficialmente 35 mujeres asesinadas, aunque pudieron haber sido más de 100).
Por cierto, a pesar de que los norteamericanos Bundy, el payaso asesino John Wayne Gacy y el caníbal Jeffrey Dahmer constituyen la tríada “dorada” de la maldad (y en menor medida el enanito Manson), el podio de la desmesura psicótica la ganan con holgura los representantes de Colombia y Rusia…
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