Whiplash es la historia de una doble venganza… musical. Y también una fábula acerca de la búsqueda de la perfección, aunque ello determine desandar los caminos del sadismo e, incluso, el masoquismo. El infligir dolor en busca de lo excelso. El convertirse en víctima en pos del magnífico esplendor. Al propio Damien Chazelle, director y escritor del filme, se le puede aplicar la máxima de pulcritud extrema. El propio Chazelle calza en ese molde de perfección y dolor. ¿Si no cómo calificar esa fotografía inmaculada, ese manejo de las luces y las sombras, esa fantástica edición?
Conozco el trabajo de J. K. Simmons desde los tiempos de “Oz”, aquel serial de HBO en los noventa. Aquí regresa a sus raíces adueñándose de la piel de un personaje inflexible y sin embargo vulnerable, peligroso y a la vez cuasi entrañable. Se necesita de una intensidad soberbia, de un talento fenomenal. Y Miles Teller aguanta el pulso y brilla al mismo tiempo. Su futuro es luminoso.
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