“Bohemian Rapsody”, la pieza de Bryan Singer es prácticamente un bodrio. La historia no trae nada nuevo sobre la mesa, además de que se regodea en fatuidades que conocemos de memoria. ¿La actuación de Rami Malek? El pobre tipo no pudo ni por un segundo dejar de hacer muecas y de chupar la exagerada prótesis que le engancharon para simular los dientes de conejo de Mercury… ¡Amigos, no pierdan el tiempo!
Lo que más me ha molestado de “Bohemian Rapsody”, la cinta de Bryan Singer es la burda banalización de la historia musical de Queen. Las referencias a sus primeros tres trabajos discográficos son escasas, y luego el abrupto salto a At Night at Opera, donde se infiere que las influencias operáticas surgieron prácticamente de la nada, como un intento oportunista de Freddie Mercury por alcanzar fama y fortuna es la apoteosis de la desidia. Lo cierto es que Queen fue siempre una banda distinta (sobre todo en la primera mitad de la década de los setenta). En sus dos primeros discos el progressive rock y el hard británico dominaban la mayoría de los acordes. El aeris de ambos álbumes estaba impregnado de esa naturaleza fantástica, deudora de Tolkien, que regía buena parte de la escena musical británica y que también se reflejaba en lo hecho por otras bandas como Jethro Tull, Led Zeppelin y Pink Floyd. Pero específicamente en Queen II se puede constatar la presencia de un par de temas que pueden considerarse antecedentes directos de Bohemian Rapsody, la obra emblemática de la banda que saldría a la luz un año después. Hablo de White Queen, una pieza ambiciosa, contenedora de excelentes arreglos vocales y que cuenta la historia de un joven desadaptado que llora y se lamenta por la pérdida de un amor; y la otra pieza es The March Of The Black Queen, donde el uso simultáneo de dos diferentes compases desemboca, al igual que Bohemian, en una polirritmia simple posterior. El coro, conformado sobre una base operática, alterna con segmentos de bajo tono y explosiones semi acústicas.
En el tercer álbum Sheer Heart Attack, la banda londinense rompió con la etapa de experimentación anterior y terminó de delinear ese sonido elegante, operático y a veces suntuoso que se convertiría en su marca de fábrica. Si acaso un tema menor como “In the lap of the Gods”, mejor alineado con el proyecto previo, persiste aún con esa tendencia Progressive que tanto caracterizó a Queen II. El álbum arranca con “Brighton Rock”, un tema ambicioso, trepidante y rítmico, sostenido por el rapidísimo drum de Taylor y los riffs coloridos y vibrantes de la inconfundible guitarra de Brian May, quien lanza también innumerables solos, considerados por muchísimos críticos como de los mejores de la época. May, en esta canción, muestra su inmenso talento sin complejos.
“Killer Queen”, especie de vodevil rockero, sobrevivió compilaciones posteriores, convirtiéndose así en tema cardinal de la primera etapa del grupo. Se hace énfasis aquí en el trabajo de voces, asentadas nuevamente por la labor magistral de May. Es, sin dudas, “Killer Queen”, el primero de los temas reconocidos por los neófitos de la banda, junto a “Now I’m here”, rock puro y duro presente en esta misma placa. La joya del disco es, para mí, la cortísima, exquisitamente melódica y hermosa “Lily of the valley”, donde la voz de Mercury se desdobla en mil y un tonos, alcanzando alturas impensables. ¡Un verdadero alarde de armonía! ¡Un grito poderoso de la banda! La cara B, repleta de homenajes, es de lo más curioso producido por el grupo. Ahí tenemos a “Stone cold crazy”, un homenaje al rock and roll americano de los inicios, tema que trae reminiscencias del trabajo de otras bandas inglesas de la época (¡Sí, nuevamente Led Zeppelin!), lo que sirve para corroborar, por cierto, que en este estilo Robert Plant es mucho más efectivo que Freddy Mercury. La triada de homenajes se completa con “Misfire” una especie de funky setentero, y con “Bring back that Leroy Brown”, be bop de exquisita factura.
En resúmen, Queen ha sido mucho más que esa banda irrisoria de los inicios que Singer nos pinta en su pálida Bohemian Rapsody. El talento inmenso y el afán innovativo acompañaron a Mercury y compañia desde el primer acorde. At Night at the Opera es la continuidad de dichas inquietudes.
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