
Leonardo da Vinci pidió que su cuerpo inerte fuera llevado en andas hacia la tumba por pordioseros, a pesar de su retiro glorioso en el primaveral Clos Lucé, en la periferia del Château d’Amboise. La presencia de la dicotomía irracional entre el existencialismo primigenio y el mito cristiano de la pobreza como bien irredimible hacía mella en los grandes hombres del renacimiento, incluyendo al gran Leonardo, al sabio Leonardo, al filósofo y anatomista Leonardo. Algún día se señalará a la doctrina católica como génesis principal de los grandes males totalitarios que asolaron al siglo XX. Su banalización del éxito personal y su recreación histérica de la pobreza como bien superior han sido elementos imprescindibles en el encausamiento ideológico de la envidia como vía de instauración de un nuevo sistema social. El cristianismo terminó por validar a la miseria como un bien superior. Esperemos que alguien escriba sobre eso.
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