Viendo The Irishman, una breve nota antes de escribir cualquier otra cosa:
Resulta grotesco, por decir lo menos, ver a un Robert de Niro con el rostro falsamente rejuvenecido gracias a electrodos y Photoshop, moverse con los gestos y la postura y el cuerpo de un anciano cagalitroso, casi terminal.

En Irishman, la genialidad de Scorsese está en mostrarnos ese amargo final donde la senilidad siempre se impone a la gloria pasada, sea esta cual sea. No hay nada más triste, pero también liberador, que la muerte. Es en este punto donde el anciano De Niro está en su salsa.