La envidia y el resentimiento social no sólo generan revoluciones sino también asesinatos de niños inocentes. Hace ya muchos años, en la foresta de Lapanges, en las aguas del río Vologne, la mirada muerta del pequeño Gregory cubrió de sombras una región entera. Las alas negras de cuervos horripilantes planearon sobre las almas impuras. Un juez pusilánime, unos periodistas corruptos, un abogado oportunista y una familia envidiosa propiciaron que la historia de La France se tiñera una vez más de ineptitud y de vergüenza.
Siempre la opinión de las masas es moldeada por la prensa. Por eso es que, de cierta manera, la historia a lo largo de los años es también inventada por los medios. No ocurre solo en tiempos de este antitrumpismo atroz. El periodismo, como dingo hambriento y sanguinario, se aferra al gaznate de la presa escogida y la desgarra.
La narración de la muerte de Gregory Villamin es también el revival de muchas venganzas. Juzguen por ustedes mismos. Lo pueden ver en Netflix.
De nada.
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