Hay un cierto carácter apocalíptico en el nazi feminismo, en el que la ilusión de un mundo regido por machorras (luego del adecuado exterminio mortuorio del varón avasallador) es el “dorado orgásmico” de sus ejecutoras. De más está decir que se trata de una idea muy reaccionaria, muy anticientífica y, por supuesto, divorciada de las más elementales normas de la biología. Tal y como afirmara Camila Paglia, “la única aportación de este feminismo es un análisis desde el punto de vista político”.
Por cierto, un delicioso recordatorio de cómo funciona el orden natural de las cosas fue aquel match tenístico entre las invencibles y todopoderosas hermanas Williams y un flacucho e irresponsable jugador alemán llamado Karsten Braasch y que para entonces ocupaba el muy poco glamoroso escalafón 203 en el ránking de tenistas hombres. El tipo, luego de jugar golf esa mañana, se despachó rápidamente a las dos hermanas con marcadores de 6-1 (a la Serena) y 6-2 (a la Venus) sin esforzarse demasiado. ¡Que lo disfruten!
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