Hermosa mañana, como todas en Miami. Nos despertamos muy temprano en casa, porque los niños tienen clases y los lunes es necesario arrancar con prontitud. En el auto, de camino a la elementary school de Rafe y mientras escucho una estación local, me entero de que he anunciado mi candidatura a la alcaldía del Doral. “Rafael Piñeiro se está postulando desde hoy para la…”. Si la radio lo anuncia debe de ser cierto, me digo a mí mismo. Llamo a mi esposa por teléfono y le doy la buena nueva. “Ani, no he sabido cómo diablos ocurrió, pero me estoy postulando para alcalde del Doral. Quería que lo supieras”. Ella, con esa intuición irrebatible que poseen ciertas personas, me respondió con firmeza: “Ese Rafael Piñeiro no eres tú !”. Y entonces fue que caí en cuenta. “Qué? Que no soy yo? Okay, I got it”. Y seguí tan campante.
Por cierto, hermosa mañana, como todas en Miami…
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¿Y ya han visto por ahí a esos que se proclaman como la última chupada del mate en términos intelectuales porque dibujan unos muñequitos para un desprestigiado periodicucho local o porque dicen que se graduaron de una carrera improductiva y ahora trabajan en alguna cátedra universitaria… y entonces cuelgan, para demostrar un punto cualquiera, un link de… The Daily Beast…? Nada, que la ridiculez no reconoce fronteras.
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No sé si lo habrán notado, pero lo que dice Tom Del Beccaro es cierto. Con todo el circo del juicio político al presidente Trump estamos viviendo una era de criminalización del poder, lo cual resulta extremadamente peligroso para una democracia representativa como la norteamericana pues, parafraseando al jurista Alan Dershowitz, pone en jaque el ejercicio de la presidencia en un futuro próximo.
La histeria antitrumpista está llevando adelante un ajuste de cuentas a la usanza del minority report de Philip K. Dick, es decir, se intenta juzgar lo que probablemente está pensando el presidente y no las acciones que Trump haya decidido ejercer.
Esta criminalización del poder es el equivalente a gran escala, por ejemplo, de esa ley de peligrosidad predelictiva establecida por un régimen totalitario como el castrista o de los asesinatos en masa de judíos en las “aktiones” ucranianas. Es la concreción de la teoría dantoniana que reza que la revolución no puede hacerse con agua de rosas.
637. Más sobre The Leftovers
La relación de Kevin Garvey y Nora Durst es, quizás, la mayor historia de amor contada en lo que va de siglo. Pocas cosas más emotivas e insólitas y tristes y alegres y desgarradoras e incluso trascendentes, que este pedazo de fábula de Tom Perrota. Carrie Coon es, les digo, probablemente la mejor actriz viva de hoy en día…

Lo más importante, considero, que debe encontrarse en una pieza cinematográfica cualquiera, es una historia sólida que traiga consigo momentos memorables. Si una determinada obra logra quitarte el aliento y emocionarte hasta el dolor, entonces ha valido la pena.
La tercera y última temporada de The Leftovers es una master piece, así de simple. Si logras sobrevivir al desvarío de la temporada previa, te lo agradecerás a ti mismo, porque acá encontrarás todas las preguntas… y, quizás, hasta algunas respuestas.
Acércate si quieres emocionarte hasta lo indecible. Sé testigo de la tristeza y la alegría de esta metáfora permanente sobre lo que probablemente somos, del talento inacabable de Justin Theroux y Carrie Coon (la mejor actriz viva, ya se los había comentado), revélate ante la falsedad del misticismo compasivo y descubre que el misterio de la vida siempre nos sobrepasará. Ya tendrás tiempo de agradecerme.
Si yo fuera un viejo decrépito y solitario me mudaría a ese minúsculo pueblecito australiano en medio de la nada en el que Nora Durst se reencontró con Kevin Garvey tras tantos años de ausencia y de dolor. Sería la corroboración de que los que estamos aquí perdemos a unos cuantos, pero los que están allá, pierden a todos. Es un mundo de huérfanos…
Y heme aquí, viviendo por segunda vez el duelo terrible de haber perdido yo a The Leftovers.
Mientras, una cabra se lleva los pecados de todos en su cuello a las malezas y al campo florido y a las montañas verdes. Y las palomas se posan sobre el cielo raso del portal…
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Nick Pizzolatto sabe calar el alma de las personas y sabe tasar el peso de la existencia, que no les quepan dudas. Por eso, quizás, True Detective ha sido tan exitosa. Y aunque en la tercera temporada se puede decir que el comienzo es relativamente flojo bajo los estándares del historial de la serie, lo cierto es que aún se palpa esa angustia esquizofrénica de tono ocre que aprieta el esternón y te devuelve a los recuerdos fantasmales del pasado. Las historias de Pizzolatto, amigos míos, son más amargas que la hiel.
True Detective, en esta nueva temporada, vuelve a reencontrarse tras su paso citadino de la segunda vuelta, con la América rural que tan bien sabe dibujar Pizzolatto. (En ese sentido nos recuerda a Dennis Lehane y a Daniel Woodrell; los tres forman parte de una misma camada). Ozark es esa geografía agreste donde las madres venden a sus hijos y los padres se emborrachan para escapar de una existencia que desprecian. Todo contado de manera formidable, por supuesto, en tres espacios de tiempo, regresando así el espíritu de la pieza a aquel comienzo estructural que tanto dio que hablar hace unos años.
Los mejores pasajes de esta temporada son aquellos en que el anciano Wayne (un formidable Mahershala Ali) ve deambular a su familia, ya casi perdida, por los parajes de su memoria y de su casa. Y es que Pizzolatto hace hincapié en explorar con maestría los alcances del recuerdo (siempre pálido y triste) y en tasar el peso de nuestras acciones desde los polvorientos atajos del pasado.
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Más allá de la justa ilusión de libertad, la reunificación de la Alemania tras el derribo del horrendo sistema comunista, re-parió cosas tan deleznables y verdaderamente reaccionarias como la Deutsche Welle. Y es que quizás toda la entelequia de la existencia humana se reduce a cosas como estas: la persistencia del mal, y su constante relativización para sentirnos mejor al final de la jornada.
Todo el espíritu de Antisthenes no ha sido más que una farsa.
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¿Es usted antisemita y odia a los judíos con denodado entusiasmo? ¿Jerusalem le pertenece, según su manera de ver las cosas, a los palestinos debido a que Israel «ocupa ilegalmente» toda la parte Este de la ciudad? ¿Deberían los hebreos, en aras de la inclusividad y la justicia, claudicar su sistema de democracia parlamentaria en aras de la imposición de una visión islámica de la sociedad y de la historia? Si ha respondido «Si» a estas tres preguntas previas, le recomiendo que se haga subscriptor de los documentales de la televisión alemana DW. ¡Lo disfrutará! Porque en definitivas cuentas ¿quién dijo que en Alemania el espíritu malvado del antijudaísmo terminó con la derrota del nazismo? La tolerante e inclusiva Alemania, aún en sus instancias oficiales, sigue odiando a los hijos de Judá.
633
El antitrumpismo militante (y todo lo que ello representa) no sebe ser subestimado por los simpatizantes de la administración. Ninguna ley, ninguna nación, ningún status quo es inmune a la decadencia y a la muerte. O dicho de otra forma: ninguna cosa es para siempre.
Pd: La yuma se derrumba, como un castillo de naipes.
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A esos que se burlan e intentan desacreditar a los candidatos del partido demócrata por aquello de que no quedan negros en la competencia, alegando falta de diversidad entre los dirigentes progresistas, les recuerdo que entre los punteros marcha la indígena americana Elizabeth Warren. Si, es cierto, sus ojos son azules y su nariz respingada… pero su entereza es Cheyenne!
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Si alguien pensaba que con “Giri / Haji” se reencontraría con esa vocación eidética oriental que, mezclada con la trivialización de los códigos morales occidentales, ha parido obras tan buenas como el Ghost Dog de Jarmusch o el Black Rain de Ridley Scott, se llevará un verdadero fiasco. El discurso sajón, el más blandito, el actual, se sobrepone a la rala visión propedéutica nipona. Así que, si se atreven, ya saben qué esperar.
630

James L Brooks tiene una muy escueta obra como realizador. Sus seis filmes versan sobre las relaciones humanas desde una óptica compasiva. “As Good as It Gets” (1997), su pieza cumbre, no es la excepción. Sus personajes semi marginales, brutales en ocasiones, tienen diálogos memorables. Lo mejor de una cinta como esta es que a pesar de tratar temas como la homofobia o el racismo, lo hace con humor y sin falsa demagogia.
Desde los años noventa hacia acá la majomía de la corrección política ha terminado por podrir al arte. “As Good as It Gets” es una de las últimas excepciones. En estos días que corren al personaje de Nicholson le habrían destinado un final terrible. Por eso allguna vez tendremos que hacer un réquiem por tipos como Brooks.
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En “Catch me if you Can” (2002), Frank Abagnale Jr ejerce como falso piloto de PanAm, como abogado fiscal y como Medical Doctor especialista en pediatría. A pesar de su talento para estafar a los crédulos en una época en que la vigilancia sobre el individuo normal no poseía la rigurosidad de hoy en día (sí, vivimos en una era donde ejerce todo su poder la tecnología policial), la faceta que más trabajo le costó ejercer a Abagnale fue la de profesional de la medicina, corroborándose aquello de que, a mayor grado de especialización, mayor índice de concreción técnica.
O lo que es lo mismo, no es igual simular ser un acusador en un juicio tras ver una tanda de capítulos de Perry Mason que intentar establecer una cura a un paciente en una sala de Emergencias tras echarte una temporada de Grace Anatomy.
Jeff Nathanson, por otro lado, un especialista en escribir guiones de cintas moviditas y con mucha acción, hace aquí una muy buena adaptación de las memorias de Abagnale, escritas a su vez por Stan Redding, logrando que en cierta medida el ocaso de Spielberg se retrasara un poco.
628

Si The Matrix proponía la teoría de la vida como una ilusión prefabricada por los sostenedores del poder, Inception reconoce, en cambio, la realidad de la existencia en perfecta conjunción con la subjetividad de los sueños.
Los hermanos Wachowski retomaron las ideas de William Gibson para construir una brillante pieza de acción y filosofía sólo superada, quizás, por la obra del genio de Nolan.
Inception, que en el imaginario popular es ya una cinta de culto, bordea la perfección desde una perspectiva fisiológica y psiquiátrica. Es decir, Si The Matrix apelaba a la filosofía como respuesta a las inquietudes que nos aquejan a diario, Inception eleva la vara y lleva el análisis y el debate al campo de la espiritualidad y de las ciencias orgánicas.
Lo curioso y al mismo tiempo esperable es que en el medio cubiche tan dado a la palabrería metatrancosa y a los análisis «profundos», sea el discurso de The Matrix el que prevalezca, muy por encima de ese carácter «descartiano» y freudiano de la majestuosa Inception. Cosas veredes, Sancho.
627
Tanto la cadena televisiva del gobierno de Putin, RT, y muchos de los políticos del partido demócrata norteamericano, afirman que la culpa de que un avión comercial haya sido derribado en Irán le pertenece al “aventurismo” de la administración Trump. Si enemigos tan “irreconciliables” coinciden en una cosa como esta, debe ser cierto. Aunque en verdad, la sincronía entre el malvado Putin y nuestros héroes locales que se oponen a Trump es altamente frecuente desde hace muchísimo tiempo.
626
El triunfo mediático de Greta sobre Boyan no es más que la victoria del resquemor y del odio sobre el sentido común. Muchos son los responsables: desde el panfletario de turno hasta el corrupto periodista, desde el científico vendido al mejor postor hasta quienes ejercen de jueces morales batiendo el báculo de la “justicia” frente a nuestras narices. El sectarismo de la Thunberg, un monigote de oscuros intereses, es el Aktion de estos tiempos que corren.
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“Dos Veteranos” es la pieza final de Eduardo del Llano sobre ese ambiguo personaje (tan ambiguo como la evolución del castrismo), Nicanor O’Donell, a quien conocimos por primera vez en “Monte Rouge”, un corto filmado en el año 2004 entre los períodos alzheimeriano y pre colostómico de la llamada revolución cubana.
Si aquella obra fue divertida y sagaz, no podemos ya decir lo mismo de esta desgastada “Veteranos”, que no es otra cosa que el reflejo de eso en lo que se ha convertido la sociedad cubana, una especie de status quo semi anárquico, pero al mismo tiempo complaciente.
La narrativa sobre O’Donell, al igual que la propia realidad de la isla, ha derivado en un cuento aburrido y previsible que ya ni siquiera atesora aquel descaro insolente de las primeras piezas, reflejo de una falsa apertura en las artes y en el pensamiento potenciada, más que por un intrínseco deseo libertario, por aquella diverticulitis que refrendó lo que algunos sospechaban: que Castro era mortal.
Sí, los pueblos son cobardes por naturaleza.
624
Los mercados están estables, la bolsa continúa subiendo, el petróleo baja, el presidente Trump da una respuesta comedida, dentro de los cánones tradicionales de la política exterior norteamericana.
¡Oh, Dios Mío!
¡El tenebroso Tron, al fin y al cabo, no desatará la tercera guerra mundial!
Muy malas noticias para la histeria antitrumpista.
Lunes por la mañana:
“Loco de mierda, payaso, incompetente! Asesina a un honorable general para provocar una tercera guerra mundial o por lo menos para asegurarse la reelección, poniendo en riesgo la vida de militares y la seguridad de la nación. Fucking Trump, man!”
Miércoles al mediodía:
“Payaso, incompetente, pendejo! Le meten dos bombitas y se apendeja tó porque no tiene los berocos pa meterse en una guerra. Lo único que le interesa es el petróleo de Iraq porque la economía está malísima y el tipo quiere seguirse enriqueciendo. Pendejo, con tu inacción estás poniendo en riesgo la seguridad de la nación. Fucking Trump, man!”
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Siempre hay similitudes. En un documental de la DW sobre la reunificación alemana y aquel olvidado discurso de Helmut Kohl en Dresden, veo a una mujer de la época (que se opone a la disolución de la RDA), acusando de nazis y de hitlerianos a quienes aspiraban a una Alemania unida. Lo digo por esa nueva moda que palpamos en las redes sociales, donde cubanos avecindados en la isla que sostienen y defienden a la dictadura castrista luego achacan a la política la génesis de todos los males y si alguien les rebate los acusan de… ¡totalitarios!
Por cierto, y volviendo a la Deutsche Welle, es curioso pero predecible que en la cadena televisiva tachen de “extremistas de derecha” a los actuales nostálgicos del régimen comunista de Honecker. El uróboro sigue jamándose su propia cola.
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Casi todas las revoluciones sociales de la época moderna han sido reaccionarias o fútiles, exceptuando a la norteamericana, que dio paso al paritorio de una sociedad más desarrollada y libre (aunque en los tiempos que corren el burocratismo político amenace con descarrilar cualquier logro que se haya alcanzado en los últimos siglos). Si acaso la única distinción a tan lapidaria afirmación (o al menos la distinción más significativa) se sucedió en la segunda mitad del siglo pasado, cuando las naciones europeas del Este lograron liberarse del terrible yugo comunista impuesto por la URSS y Stalin con la sabida complacencia de Roosevelt, en aquella tristemente célebre conferencia de Yalta.
La caída del muro de Berlín es el hecho paradigmático que resume lo acaecido en esos convulsos años. Ni el tipo subido a la farola durante aquel discurso de Ceaușescu ni los tanques avanzando por las calles de Moscú pueden superar la poderosa imagen del martilleo a las piedras divisorias construidas por la Volkspolizei. Fue la “revolución de los rumores”, como prefiero llamarla: El derrumbe del Schandmauer se precipitó por la mala interpretación de las ordenanzas de Schabowski, un equívoco tremendo; y la reunificación de las dos Alemanias ocurriría tras ese olvidado discurso de Helmut Kohl en Dresden, una consecuencia indiscutible del arriesgado anuncio de Herbert Wagner.
Es decir, la historia es un reflejo de las circunstancias del momento, susceptible a pequeñísimos detalles y a coincidencias impredecibles, pero siempre se requerirá de una masa que empuje (el término de Napoleón es perfecto) y de un líder que deslumbre. Es el sine que non de la existencia humana.
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Cualquiera que piense que las democracias occidentales andan a buen respaldo y que su existencia está garantizada por los siglos de los siglos, se está jamando tremenda turca. Ningún sistema representativo moderno, del cual el constitucionalismo estadounidense es el máximo parangón, posee el aval de la inmortalidad. No lo defiendan con los dientes pa’ que vean…