Ya salen los tontos oportunistas, los idiotas de la debacle, los hijos punitivos del pánico y el horror, a reclamar sistemas de salud universales, gobiernos unitarios, cooperaciones improbables. El escritor Paolo Giordano, un italiano en cuarentena, es uno de ellos. Achaca probablemente la existencia del Coronavirus a los incendios forestales en Amazonas, a la matanza de ballenas en los mares grisáceos del Japón. Ahora nadie recuerda las pandemias del pasado, las reclusiones tras las murallas citadinas en la Europa del medioevo, la peste de la Atenas sitiada. Giordano es uno más de tantos. La insensatez anda de plácemes por todos lados. ¡Un fantasma recorre Europa, el mundo entero!
730.
Anoche un familiar cercano, un hombre próximo a los setenta años, obeso, hipertenso, con una historia previa de coágulos en miembros inferiores, que vive absolutamente sólo en Miramar Beach, en el condado de Palm Beach, tuvo que ser llevado por los paramédicos (tras una llamada al 911) a la emergencia del John F. Kennedy Hospital, North Campus, a unos minutos de su casa. Había dejado de caminar dos días atrás por dolores en sus piernas. Lo recibieron en ER, le hicieron pruebas que fueron negativas a la presencia de un nuevo coágulo y le diagnosticaron una crisis aguda de artritis gotosa. Por ello le administraron un Percocet oral y le dieron un alta inmediata. El proceso fue inusualmente presuroso, de apenas un par de horas. No lo dejaron en observación y mucho menos lo ingresaron. Cuando me comuniqué con la enfermera a cargo, le comenté mi preocupación de que el paciente, quien no tiene a nadie allí, volviera sólo a su casa y el ciclo se repitiera, teniendo en cuenta su imposibilidad de deambular. Me puso a la doctora de Emergencias, una señora histérica y grosera, que me gritó que el paciente había llegado desplazándose por sus propios pies y que tenía que irse para su casa porque “estamos en una crisis de pandemia y no dejamos en observación a nadie”. Era una afroamericana.A pesar de identificarme como un colega, la señora de marras terminó colgándome el teléfono. La realidad es que el paciente jamás llegó a Emergencias caminando, sino en una camilla proporcionada por los paramédicos del 911. AL darle el alta a mi familiar, no sólo nos trataron de forma irrespetuosa y escasamente profesional, sino que nos mintieron y jamás siguieron las normas de “Safe Discharge” que están establecidas por el CMS. Es decir, se cometieron graves violaciones del protocolo. Lo dejaron tirado un total de seis horas en la sala de espera de la Emergencia, imposibilitado de movilizarse por sí mismo y con los efectos de una droga opiácea causando mareos y fatigas.No pude comunicarme con ningún social worker porque no había ninguno disponible, y mucho menos con un physical therapy que certificara un safe discharge. La administración del hospital estaba cerrada por completo. Las ambulancias privadas de Emergencia, que nosotros pagaríamos para regresar al paciente a su vivienda, nos exigían que un enfermero del hospital se comunicara con ellos, pero en la sala de ER exigían que fuera la compañía de transportación quien los llamara. Al final, luego de tanto tiempo, el hospital accedió a pagar un taxi que trasladara a nuestro familiar hasta su edificio, pero lo dejarían en los bajos, sin wheelchair ni ningún otro aditamento que le permitiera alcanzar el lobby y el elevador. Dos horas esperando y la promesa del dichoso taxi jamás se concretó. Terminamos localizando a un Uber para que lo llevara, pero el chofer nunca lo recogió. Tuvimos mejor suerte con el segundo, que lo dejó tirado en la acera del condominio. Una señora conocida logró bajar un Walker de esos que tiene asientos y a duras penas pudo trasladar a nuestro familiar hasta su apartamento.Para nosotros hacer el viaje de casi tres horas, a las 10:30 de la noche, y con dos niños, en tiempos de histeria y de toque de queda en algunos condados, era imposible. Intentamos localizar a un conocido que maneja su taxi para que fuera desde Miami al John F. Kennedy, pero nos dijo que estaba aterrado con la pandemia. Ha sido, en general, una experiencia aterradora. En el condado de Palm Beach hasta ayer en la noche se habían reportado 514 casos en una población de 8,900 personas. Los fallecidos han sido 11 y las hospitalizaciones 57, alrededor de un 11% sobre el total de pacientes positivos. ¿Son esas cifras que justifican el abandono y desamparo del resto de los pacientes? Nos estamos volviendo locos, literalmente por gusto. Las consecuencias remanentes y catastróficas de la histeria viral no sólo se visualizarán en la economía, sino en cada estamento de la vida. Nos estamos colocando, en todo orden de cosas, la soga al cuello.
729.
«Arriba los fanáticos del Apocalipsis del mundo / de pie los alarmistas sin pan / Alcémonos todos al grito / Viva la pandemia internacional»
728.
Los números de casos positivos en realidad debieran de estar cerca de los dos millones o más, teniendo el cuenta que el 95% de los contagiados cursan asintomáticos o con síntomas leves de catarro y muchos de ellos no buscan asistencia médica. Con las cifras oficiales, ahora mismo, el índice de letalidad a nivel mundial es de 4.8% y en los Estados Unidos de 1.9%. Estos números, teniendo en cuenta los casos no diagnosticados, en realidad son mucho menores. Es decir, el índice de letalidad es realmente bajo. Curiosamente el mayor de los desastres está ocurriendo en dos naciones que han implantado desde hace rato el confinamiento total obligatorio: España e Italia. (el tema de que sus sistemas de salud pública sean vertederos inoperantes es otra cosa. Su síndrome comienza a expanderse por todo el mundo, el de la futilidad científica y ya les contaré al respecto). Todo esto, en un universo de 6 mil millones de seres humanos… ya saben, un verdadero sinsentido. Ojalá no nos atosigue el pesado fardo del arrepentimiento por los años de los años… pero lo dudo (gracias, José José)
727.
El Coronavirus redefinirá el debate político, filosófico, sociológico y hasta científico-sanitario del futuro. La fragilidad del mundo en que vivimos la alimentamos nosotros mismos. Percibo una cierta tendencia colectiva hacia la auto inmolación, por cierto. Hay responsables… a todos los niveles. Pero sobre todas las cosas priman dos características fundamentales: la ignorancia y la manipulación. La voz enardecida de las masas juega en ambas novenas.
725.
La posibilidad de que un virus cualquiera arribe alguno de estos días con un RO de 10.0 y un índice de letalidad general de un 20% es estadísticamente muy probable. ¿Se imaginan cuál sería la reacción de este nuevo mundo? La humanidad completa se lanzaría al barranco, tal y como están las cosas. Quizás tendremos que resignarnos a la pérdida de esa capacidad innata que nos caracteriza: la de sobrevivir a toda costa. En esta parodia del Apocalipsis han caído todos, desde la gran masa neófita y cobarde hasta profesionales médicos. Muy tristes estos tiempos que vivimos…
724.
Médicos, enfermeras, auxiliares y técnicos podrán ser muy buenos y eficientes profesionales, pero si sirven para una Armada disfuncional, deficitaria, como es el caso de los sistemas de salud de Italia y España, entonces sus esfuerzos se verán constantemente torpedeados por la burocracia y la escasez. El número de camas per cápita en salas de ICU, la cantidad de equipos de respiración asistida, los insumos de protección y el propio mecanismo de recepción e ingreso de pacientes ha sido un verdadero desastre en ambas naciones. Una verdadera lástima, pues ha cobrado vidas innecesarias y ha colaborado con el caos sanitario que algunos han tratado de imponernos a la cañona.
723.
Entre la comunidad científica también hay charlatanes y oportunistas. Mark Honigsbaum es un historiador médico que anunció hace un par de semanas por las páginas de The New York Review of Books una predicción insensata y deleznable. Inspirándose en un email escrito por el investigador inglés Francis Crick, Honigsbaum dijo que esta pandemia del coronavirus infestaría al 80% de la población mundial y que cobraría la vida de, al menos, 50 millones de personas.
Si personajes como este “historiador médico” deambulan por ahí con total impunidad mientras propagandizan el terror basándose en argumentos sin evidencia científica alguna, pues es normal que mis neófitos amigos residentes en Nueva York, Tenerife, Madrid, Barcelona y Roma, se caguen literalmente del miedo cuando lean las noticias sensacionalistas en primera plana de los mismos diarios que nos engañan cada minuto y cada hora en relación a otros asuntos. Los adalides del desastre mundial, los talibanes del cambio climático y del fin del mundo han encontrado un nuevo filón de oro en las pandemias cíclicas que nos azotan.
Afortunadamente al irresponsable Honigsbaum, que debiera ser condenado a prisión cuando los ecos de la histeria amainen, podemos decirle con total certeza que, al día de hoy, tres meses después de comenzar este nuevo Coronavirus a diseminarse por el mundo, las cifras de contagiados son de apenas 654,956 personas (el 90% de estos casos cursa clínicamente como un catarro común idéntico al que sueles pescar en cada invierno) y de 29,980 muertes. Es hora de parar la histeria.
722.
A propósito de la exclente miniserie de HBO, Chernobyl:Chernobil, con sus edificios uniformes de color pastel y sus pequeñas plazoletas cilíndricas, vaivenes de la vida y de la muerte, con sus hombres agrestes y los pájaros muertos en medio de las calles ya desérticas y tristes… Chernobil… Chernobil merece cada una de nuestras lágrimas y de nuestro dolor.
721.
Ivanovo Detstvo (La infancia de Iván) fue una pieza diferente en los parajes de la más productiva (en términos cualitativos) década de la cinematografía soviética (1955 – 1965). Y ello se debía a que Andrei Tarkovsky era un esteta. Es decir, privilegiaba sobre cualquier otra cosa, a diferencia de un Mikhail Kalatozov o de un Grigoriy Chukhray, la intención poética. De allí el desbalance de Ivanovo Detstvo, de allí el desequilibrio expositivo. Los paisajes devastados de la Rusia en guerra son el noema de esta pieza. Tan grande es el desvelo de Tarkovsky por la armonía de las imágenes, que se enreda en lo más básico de la historia, contaminándola con esa carga onírica que acarrea intrascendencia y vacuidad al relato.
Ivanovo detstvo es una cinta compleja y sinuosa que prefiere exhibir las mieles de la belleza antes que una lectura racional de lo que cuenta. Es en ese sentido todo un logro. Y por ello también es pretenciosa y frágil. Es una pieza de metatranca visual. Lo que Tarkovsky trata de narrar no es el holocausto de una niñez perdida y al mismo tiempo redimida. Lo que Tarkovsky intenta, es esbozar que la tristeza existe, pero que no puede imponerse al voluntarismo patriótico de los hombres. El mensaje, muy a tono con las indicaciones partidistas de la post guerra, se enmascara tras un estilo inédito que traspasa los márgenes de la escuela realista rusa. Y allí reside el mérito conceptual del filme, en no parecerse a otros, en distanciarse, en su ilusión estética, del resto de la manada orgánica.
720.
En Italia se ha instaurado un régimen policial, no generado por el regreso del fascismo sino por la propagación del pánico por parte de autoridades y profesionales de la sanidad pública. Delaciones, vigilancias y castigos van de la mano con la paralización absoluta del país. Es el sueño dorado de cualquier gobierno autoritario; por ello la extrañeza de tropezarnos con estos estados de excepción en naciones insignes de las democracias occidentales, como es el caso que nos ocupa. Y es que el miedo a la muerte es una especie de bien distribuible capaz de paralizar a las grandes masas neófitas en cuestiones de epidemiología y medicina o de cualquier otra cosa que se nos apetezca.
La cuarentena total, toque de queda o paralización absoluta, como quiera definírsele a este estatus quo tan inusual y aterrador, comenzó en Italia el pasado 9 de marzo, cuando en toda la península se habían contabilizado 9,172 casos positivos. Catorce días después, el 23, tiempo máximo que señala el fin de cualquier período de incubación silente en este tipo de Coronavirus, la cifra había subido a 66,927. Hoy en día la cifra asciende a 86,498.
La recurrencia, el peak máximo de diagnósticos nuevos, debía comenzar a decrecer después del día 23, o quizás antes, pues según datos de la CDC, potenciado sobre todo por un estudio clínico del Johns Hopkins Bloomberg School of Public Health, el tiempo medio de incubación del germen es mucho menor en más del 85% de los casos. “This work provides additional evidence for a median incubation period for COVID-19 of approximately 5 days, similar to SARS. Our results support current proposals for the length of quarantine or active monitoring of persons potentially exposed to SARS-CoV-2, although longer monitoring periods might be justified in extreme cases”, nos dicen.
Pues bien, el número de contagios en los últimos cuatro días en Italia, en un rango de tiempo de 24 horas, es de 4.892 nuevos casos, superando incluso el promedio del período teórico de peak que arrojó cifras de 4,125 nuevos casos positivos diarios. Por otra parte, los pacientes de riesgo: ancianos, respiratorios crónicos, cardiacos, diabéticos e inmunodeprimidos, han seguido muriendo tras el período de peak a un ritmo mayor que antes. La cifra ha subido desde los 401 por rango de 24 horas a 764.Amigos míos, estos números sólo señalan un hecho irrebatible: la cuarentena total no funciona, es una locura logística, un desaguisado científico… y un manjar para el gobierno de turno.
A mis amigos colegas, a los cuales estimo en demasía, les pido que no sigan propagando el sensacionalismo y el pánico anticientífico por las redes, porque es algo que confunde y paraliza. Lo mismo pido a las instituciones sanitarias y a los políticos de turno. Hagan la tarea, como la hemos hecho yo y otros muchos. La medicina es una ciencia y está avalada por datos estadísticos y clínicos. No confundamos en aras de saciar las apetencias de sentirnos importantes e imprescindibles. Lo somos sin tener que inflar cifras y números. Seamos serios.
719.
Comunistas, oportunistas, revolucionarios de pacotilla, progresistas, trumpistas, conservadores, idealistas, paleros, fanáticos y santos, escritores, médicos y matemáticos, representantes del gobierno, ilustradores, vagos y canchanchanes, letrados y brutos como el mármol de la pared del hospital de turno, histéricos y comedidos, sensatos e irresponsables… todos víctimas de la histeria más atroz y del ejercicio de pánico más incontrolable pero perfectamente coordinado que alguna vez ha conocido la sociedad moderna. Es terrible, es inquietante. El futuro es aterrador.
718.
La idea de la cuarentena total, desde un punto de vista epidemiológico, es cortoplacista, porque apela a la esperanza de que el virus sea meramente estacional (lo cual es probable) y desaparezca a más tardar en junio, o de que se termine creando una vacuna o un tratamiento eficaz con premura, escenario este último extremadamente optimista, teniendo en cuenta lo difícil de lidiar con la burocracia gubernamental. Desde el punto de vista económico, ya la cosa adquiere otro ribete impredecible.Ahora, si al Covid le da por persistir después de junio, las opciones son pocas: o se derrumban las barreras de los comisarios de las instituciones sanitarias y estatales o, por el contrario, nos preparamos para pasar necesidades materiales.En todo caso, la cuarentena total difícilmente cause una disminución dramática del número de muertes en la población de riesgo, que está situada entre un 10 y un 20% en ancianos e inmunodeprimidos. Otra cosa sería si la inmensa cantidad de recursos y pérdidas económicas que están sobre la mesa hoy en día se destinaran a trazar estrategias de separación que favorezcan, precisamente, a ese grupo de riesgo.
717.
A veces los extremos se tocan, y me refiero a alarmistas y a negacionistas, esas dos corrientes (si se quiere filosóficas y hasta sociológicas) que han florecido bajo la sombra de Covid en estos tiempos. Por un lado, unos apuestan a que los casos reportados del virus no aumentarán exponencialmente una vez diagnosticados en una región cualquiera. Por otro, una legión de alarmistas orgullosos reportan con el mentón en alto y el torso henchido que tantos nuevos casos positivos amenazan con eliminar nuestra existencia. A ambos grupos, entre los que se cuentan colegas, les recuerdo que como casi toda infección respiratoria, este Coronavirus se trasmite por droplets y su RO es de 2.5, lo que significa que por cada paciente contaminado, otros dos y medio lo adquirirán también. Por lo tanto, el aumento exponencial de casos no significa que el mundo se está acabando, es parte de la evolución natural de este tipo de epidemias.Por cierto, mientras más pacientes se expongan al nuevo germen más inmunidad de rebaño se creará, lo que provocará que comience a disminuir el número de contaminados, lo cual no está nada mal (teniendo en cuenta el bajo por ciento de letalidad del virus que no llega al 5% en todo el mundo y en USA no sobrepasa el 2) mientras aparece una nueva vacuna o un nuevo tratamiento.
716.
Y ya anda por ahí Slavoj Zizek promoviendo lo que erróneamente le achacan al coreano Byung-Chul Hank: la apoteósis futura de los colectivismos autoritarios. Abran bien los ojos, amigos versados en filosofía e historia, y acaben de entender que no existen reglas que puedan aprisionar el pensamiento libre. La mayoría de las profesiones humanistas no poseen el grado de especificación de las carreras científicas. No ataquemos a unos por lo que obviamos en otros. Yo me entiendo.
715.
¡Esa terrible escena en “Chernobyl” donde soldados les disparan a los perros en un poblado fantasma; donde el eco de las balas se convierte en una andanada estentórea y sin fin que anuncia la muerte y la tristeza…! El dolor de los hombres está sujeto también a las pequeñas cosas, que suelen ser las menos intrascendentes…
715. Shurayukihime

Shurayukihime, de Toshiya Fujita, pertenece a esa vertiente más comercial del cine samurái, que alcanzó probablemente su apoteosis hacia la década del setenta y que, debido al alto contenido hemoglobínico y a la cuidadosa elaboración estética de las imágenes, terminó por convertirse en cinematografía de culto. Fujita, en específico, dota a esta pieza de ciertos elementos narrativos novedosos que el género no conocía y que serían luego reciclados por el sobrevalorado Quentin Tarantino para el paritorio de Kill Bill. Cinta muy recomendable si gustan de mujeres fuertes capaces de empuñar la espada de la venganza a como dé lugar. A aquellos que no soportan el color rojo de la sangre, abstenerse sin dubitaciones.
714.
Any Day es una cinta ligerilla y repleta de lugares comunes, (es más fácil de descifrar que el resultado de una revolución cualquiera) que al menos cuenta con un interesante staff actoral capitaneado por un acertado Sean Bean y una correcta Eva Longoria. Y poco más. Si no tiene demasiado tiempo disponible, ni siquiera intente hincar esta pieza del limitado Rustam Branaman. A menos que disfrute de la redención amelcochada… en ese caso, resérvele un espacio el domingo tras el almuerzo…
713
Hoy todos somos médicos, biólogos, epidemiólogos. Mañana geólogos, filósofos y enterradores. (Depende de la pandemia de turno)
712.
“El confinamiento es un experimento social que jamás se ha practicado en la edad moderna. Es una medida de improvisación social con efectos colaterales”.
Dr. Didier Raoult.