La histeria es desmedida. Aparte de la manipulación tras bambalinas, aquí también se están dando otros factores más mundanos y banales que ayudan a propagar el terror. Casi los mayores culpables de la miseria que vendrá serán aquellos a quienes confiamos nuestras vidas: médicos, enfermeros, personal de salud, que han encontrado una oportunidad de oro para venderse como héroes, para dar salida a sus complejos más oscuros. Esto es horrendo.
Estamos cerca de una ola de depresión de magnitudes incalculables. Ya veremos, si el paro de la sociedad no continúa, un alza en el número de alcoholismo, drogadicción, suicidios… Y lo peor, la sociedad quedará impregnada de un terror sin límites
Ani salió en el auto, ya cerca del ocaso, hacia la salida uno del Turnpike, a casa de Lucía. Llegó al frente, miró por la ventanilla. Lucía salió al portal y dejó allí, en el suelo, un pote repleto de arroz con leche, y luego volvió adentro. Ani se bajó del auto, agarró el pote y regresó con él a casa. El pánico irracional es la norma que impera. Tener raciocinio es un pecado.
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