Hay un bichito microscópico que se llama Prion, que es muy sociable y confianzudo, al punto que suele atraer moléculas aberrantes para crear sociedades infecciosas. Contiene dentro de sí una proteína que se replica a sí misma, patológicamente, dentro de células sanas, para causar una enfermedad que se llama encefalopatía espongiforme y que asesina al cien por ciento de los desafortunados portadores. Sí, no hay salvación posible; tampoco tratamiento médico ni hallazgo científico que halla logrado derrotarlo. Se mete dentro del cerebro causando una serie de padecimientos con nombres muy simpáticos y enrevesados como Kuru, Enfermedad de Creutzfeldt-Jacob y Síndrome de Gerstmann-Sträussler-Scheinker y que te llevan a la tumba irremediablemente. Literalmente te llena de hoyos la corteza cerebral.
Algunos investigadores aseguran que el Príon de nuestra historia y sus cómplices, las moléculas aberrantes, nunca actúan solas, sino que se unen a otras escorias sociales como los lentivirus para asesinar a paso de hormiga. La posibilidad de que el Príon cause una pandemia global no es muy probable, pues como la mafia siciliana, suele escoger muy bien a sus futuras víctimas para no generar noticias, pero uno nunca sabe…
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