Acabo de ver el muy elogiado documental de David Garret Byars “No Man’s Land”, que narra aquel oscuro episodio acaecido en febrero del 2016 cuando un grupo de granjeros y libertarios se apoderaron de una reserva federal en el condado de Harney, Oregón y que terminaría con la muerte de uno de sus dirigentes, La Voy Finicum, tras una emboscada en la carretera.
“No Man’s Land” trata sobre la ilusión de la libertad y sus límites, sobre la utopía de la independencia y sus contornos. Subsiste en la nación americana, sobre todo en sus zonas rurales, un fuerte sentimiento anti federalista que nos lleva a corroborar o a cuestionar ciertas interpretaciones legales o ciertos acápites de la Constitución y sus enmiendas. Es un asunto complejo, pero sobre todo, es una realidad que está ahí, a flor de piel, lista a estallar en cuanto la ocasión sea propicia.
Creo que vivimos tiempos inéditos y excepcionales. Echar un vistazo a la historia reciente, en este caso a la toma del Malheur National Wildlife Refuge, que más que una ocupación física fue una proclama de valores y sobre todo un grito de atención, me parece un ejercicio imprescindible para llegar a comprender que la posibilidad de que toda la estabilidad que conocemos se vaya a pique en un abrir y cerrar de ojos, siempre estará cercana.
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