¿No se han preguntado muchas veces cómo fue posible que la orgullosa Alemania siguiera su andar tras la amarga derrota de la Segunda Guerra Mundial? A duras penas y a paso lento, llevando como estandarte la vergüenza.
Pero, además, yo creo que, entre muchas otras cosas, la estratagema para sobrellevar la culpa y evitar la humillación la delineó el entonces presidente de Alemania, Richard von Weizsäcker, hace ya 35 años (1985) pero sin pandemia, cuando cambió durante un discurso el sentido del nefasto día de la capitulación. Ya el ocho de mayo a partir de entonces no sería el día de la derrota, sino “el de la liberación”.
Me pregunto, tras toda esta locura cuasi totalitaria que el mundo vive, cuándo será entonces nuestro “día de la liberación” para sentirnos más “normales”. No sé si me logro explicar bien.
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