
Gothan es la New York de Michael Winner y Don Siegel; sobre todo la Gothan descarnada y real que nos construye Todd Phillips en su “Joker”, esa sólida pieza que asombró al mundo antes del Coronavirus. La historia que se cuenta no versa sobre súper héroes o hazañas grandiosas, sino sobre un pobre payaso asustadizo y triste, un hombre vulnerable que mora a duras penas en la selva de la vida.
Arthur Fleck es un cero a la izquierda, una sombra invisible que, si acaso, es notada por los brutos y los menos virtuosos; un bufón que se ríe a destiempo. La sociedad que lo rodea amenaza con tragarlo primero para luego defecarlo en cualquier despeñadero. Flick es el perdedor soberbio, el trajín despreciado que puede sólo vengarse por el advenimiento de la fuerza.
“Joke” nos recuerda en gran medida a la metrópolis pre-giuliánica con calles oscuras y barriadas putrefactas, donde se sobrevive como animal agonizante. La pieza es una crónica de la sociedad actual (y pasada y futura) o quizás el reflejo en el espejo borgiano de lo miserable que subsiste. Phillips ha sido sostenido por el talento inmenso de Joaquin Phoenix, tan loco como Flick, tan genial y desalmado como el payaso atribulado.
No entraré yo en el debate de intentar hallar una arista ideológica en el discurso estético de Phillips; muchos han indagado en ello. La cinta es polémica y brutal. Gleen Kenny la llamó “basura perniciosa” mientras que Robbie Collin dudaba entre guardarla como un tesoro en una caja fuerte o lanzarla para siempre al fondo del mar para que no sea vista. Así de extrema es la historia de Silver, así de soberbia la narración completa.
Que Todd Phillips se haya hecho cargo del profundo y oscurísimo guión de Scott Silver y lo haya materializado brillantemente en “Joker” no deja de ser una sorpresa pues, aunque ya nos había regalado una de las mejores comedias del siglo con “Hangovers”, era difícil imaginarlo rebasando las fronteras del chiste grueso y la carcajada rimbombante en pos del intento de alcanzar la perfección narrativa. El solo hecho de que se arriesgara tan brillantemente ya es motivo de elogios.
Por lo pronto, sospecho que la visión pesadillezca de Flick dibujando con su sangre una sardónica sonrisa en el rostro mientras es adorado por la plebe, nos perseguirá por mucho tiempo… ¡Ah, esa mirada asesina y diabólica de Phoenix…!
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