
A pesar de que Twin Peaks no ha envejecido bien, Blue Velvet, sin embargo, continúa siendo una pieza aterradora e inquietante, donde la oreja podrida de Lynch nos sigue recordando que los mayores horrores se esconden bajo la superficie inmaculada de la presunta perfección. El universo de Lynch es tan perverso y raro, que tiene la curiosa peculiaridad de que sus demonios posean múltiples lecturas, que suenen renovarse, por regla general, con cada nueva mirada.
Yo no veía a Blue Velvet, por cierto, desde aquellos lejanos días de Toma 1 en el Colón de los noventa y, sin embargo, volvió a impactarme como la primera vez. Dennis Hopper, unos de los actores más grandiosos de la historia del cine, nos regala aquí un performance monumental donde cabe todo el miedo y la pesadumbre posibles. Sólo por él valdría la pena asomarse a esta locura.
Pero es que luego te tropiezas con Isabella Rossellini y con el fetiche de Lynn, Kyle McLahan y con Laura Dern y con los colores hermosos de Lumberton y con el siniestro dolor de la verdad y la música de Baladamenti y la voz enloquecida de Dorothy Vallens susurrando en ese oscuro café “ She wore blue velvet / bluer tan velvet was the night…” y tienes que rendirte a pesar de las imperfecciones y detalles.
Blue Velvet es aún una gran obra que merece ser disfrutada de vez en cuando, aunque el espíritu de Frank Booth nos torture como cuando éramos adolescentes…