Barricada. Discurso de barricada. Puño en alto. Nuestra Nancy Morejón del exilio desparrama en su última columna todo ese odio inconmensurable que carga encima, con un entusiasmo francamente voluntarista. Para la señora de marras emular las parafrasadas de la militancia del comité de base es como partir hacia la escuela al campo acarreando la maleta de palo y el consabido fanguito cocinado por la abuela. Echar abajo a las estatuas para “deconstruir” la historia. De eso se trata ahora… Ah, y del puño en alto, claro!
960
La censura está que da al cuello. Los burócratas encargados de administrar “la verdad” en el mundo virtual (para muchos, el mundo verdadero) no admiten disidencias en el tema del Coronavirus, aunque se esgriman evidencias empíricas desde una perspectiva profesional. Cualquier disonancia, es aplastada. Y me pregunto, amigos, esto no les da que pensar? Señores, al sentido común y la sensatez se le ha declarado la guerra!
959
Políticos tontos y oportunistas ejerciendo de médicos y epidemiólogos. Científicos ejerciendo de estrellitas mediáticas. El mundo es un mierderal. Vivimos la apoteosis del estatismo y la crisis más profunda de la que tengan memoria las democracias occidentales.
958. Magnolia
Paul Thomas Anderson es un excelente y complejo narrador de historias. Y Magnolia (1999), quizás, es su gran obra. Cinta coral con múltiples crónicas entrelazadas, el filme marcó un estilo para el venidero siglo XXI. Anderson, por cierto, es un maestro en eso.
“Las cosas extrañas ocurren todo el tiempo”, como bien sabemos. No hace falta que el realizador californiano nos lo recuerde a cada paso. Pero también se agradece, como ejercicio intelectual, el hecho de que Anderson plasme la idea de que nada es circunstancial y de que todo responde a un inherente y bien planificado destino.
¿Es, entonces, una cinta religiosa Magnolia? Yo me arriesgaría a decir que sí, en el sentido estricto del término y no en la mera denominación semiótica. Eso ya es algo, por no decir que mucho.
Con un fino e inquietante humor, Paul Thomas Anderson nos toma con firmeza de la mano para pasearnos por una constante montaña rusa sensorial, psíquica y emocional, a ritmo trepidante y sin pausas. Te sacude de arriba a abajo y hacia los lados, hasta dar de costado con los despojos residuales, los leftovers de la propia existencia, esa que tantas veces cuestionamos.
La locura suele ser rozada por la genialidad. Algo de eso subsiste en las múltiples historias de Magnolia, con ese trazo magistral y tan humano de los personajes, tan dolorosos y creíbles, tan horrendos e infelices. La obra posterior de Anderson, desde entonces, ha sido una especie de reivindicación continuativa de este filme, con ejercicios contundentes como There Will be Blood, y sobre todo The Master, donde el ser humano, con sus continuos desaciertos y tristezas, parece encontrarse todo el tiempo a la deriva de un Dios omnipotente y omnisciente.
957. Black Rain

Black Rain (1989) todavía se enmarca dentro de la etapa dorada de Ridley Scott que abarcó, en mi opinión, desde su debut con The Duellists (1977) hasta la incombustible Thelma and Louise (1991), y que contiene dentro de sí un par de policiacos ochenteros de exquisita factura como Someone to Watch Over Me (1987) y la mencionada Lluvia Negra, pieza escrita a dos manos por Craig Bolotin (el mismo de las series de Miami Vice) y Warren Lewis.
Cuenta Scott que los productores de Black Rain vinieron a proponerle el filme cuando, tras haber visto Blade Runner, pensaron que se trataba del candidato idóneo. “Como tienes experiencia en filmar en las calles de Tokio…”. Scott les contestó que Blade Runner no había sido fotografiada en Japón y que sus edificios y paisajes habían salido de su cabeza. Pero aún así terminó aceptando la propuesta.
El paritorio de Scott es una obra excelente, donde tras la estética formidable del maestro habita el más profundo de los miedos. Y es que la cinta no es otra cosa que el reflejo del encuentro de dos culturas, no desde la perspectiva apocalíptica de Samuel Huntington, sino desde la circunstancia más banal de la extrañeza.
Dos policías (acá se repite el ya clásico esquema ochentero de los buddies de azul) tienen que desplazarse hasta Tokio para completar la extradición de un delincuente yakuza capturado por ellos mismos durante una angustiante persecución que termina en un matadero de reses (¡Ay de los veganos en aquellos tiempos!), pero a la llegada al Narita International Airport nuestros héroes son burlados y el temible asesino termina escapando.
La historia, simple y lineal, sirve para el arranque de la confrontación entre dos modos de ver y de sentir la vida, donde cabe desde la noción del honor y la moral hasta la exploración del concepto de la amistad y sus matices. La narración, con un giro argumental notable hacia la mitad del rodaje (que ha dado pie, por cierto, a una de las escenas más memorables e impactantes del cine de los últimos cuarenta años) se refugia en el virtuosismo visual de Scott y en una banda sonora que le traquetea los coxones. ¿El resultado? Un filme que a duras penas envejece y que sigue siendo tan poderoso y vital como en aquellos tiempos, más preclaros y sabios, en que fuera concebido.
PD: Michael Douglas ha sido uno de los policías más coherentes y creíbles de la historia del cine a lo largo de su carrera, y la actuación acá de nuestro querido cubiche Andy García es una muestra del por qué llegó a ser uno de los actores más populares de la época.
956
El índice de letalidad (número de muertes sobre pacientes fallecidos) a medida que se han ido diagnosticando más casos positivos de Covid, ha bajado en cuatro semanas de casi seis puntos porcentuales a un 3.66 % de hoy en día.
¡Los datos reales se estiman en torno al uno por ciento o menos! (teniendo en cuenta los positivos no diagnosticados y el 30 % de muertes reportadas sin fundamento alguno) es decir, al nivel de la Influenza que todos hemos conocido (y probablemente padecido).
¿Y la tragedia resultante por el puritanismo covidiano? Esa no le interesa al nuevo moralismo pandémico.
955. Cat People

He visto una vez más, luego de treinta años, Cat People, la cinta de Paul Schrader, sólo para volver a comprobar que no hubo presencia más poderosa frente a las cámaras que la de Nastassia Kinski, aquella Brandon mujer. Las cuatro patas de la mesa que ayudaron a fomentar el mito generacional de la Kinski como una fuerza de carisma salvaje fueron Tess (1979) de Polanski, One from the Heart (1981) de Coppola, la propia Cat People (1982) de Schrader y la inolvidable Maria’s Lover (1984) de Konchalovsky. Antes de la Kinski, algunas. Luego de la Kinski, pocas.
954. Doctor Sleep

“Doctor Sleep” es una especie de continuación de “The Shinning”, esa obra majestuosa de Stanley Kubrick. Y aunque la cinta de Dan Flanagan, un especialista veterano del género de terror, es decente, lo que ya fue brillantemente sugerido no necesita ser explicado. La culpa no es del realizador, por supuesto, sino del obsesivo Stephen King y su factoría de escribidores a sueldo.
No obstante y a pesar de las múltiples obviedades, “Doctor Sleep” no es una pieza desechable y llega, por momentos, a atesorar momentos muy bien logrados, como aquella escena formidable donde un viejo moribundo expira su alma hacia el infinito.
Hay acá una aproximación sensible e inteligente al abismo insondable de la muerte, a pesar de que la historia central deriva hacia un cruel y raro desvarío de fantasmas y devoradores de almas.
Vale la pena verla por aquello de la curiosidad intelectual. El intento es valiente y osado, aunque no hay Flanagan que compita con Kubrik… ni Stephen que se sacie de King…
953
Lo que ha dicho el premio Nobel en química y director del laboratorio de biología estructural de la Escuela de Medicina de la Universidad de Stanford, Michael Levitt, es una obviedad científica: las cuarentenas no funcionan y tampoco salvan vidas. Efectivamente, y como yo he repetido hasta el cansancio, los confinamientos son recursos medievales que, lejos de amainar las cifras de decesos, probablemente las aumentan.
Italia y España son el ejemplo paradigmático, luego que tras un mes de confinamiento absoluto el porcentaje de letalidad se disparara. Muy poca gente echa mano a estas estadísticas tan preclaras, lo cual es una lástima.
Y otra cosa que también hay que tomar en cuenta es el hecho de que, más allá de las consecuencias periféricas de los lock downs (derrumbe de las economías, escasez de servicios básicos, supresión de libertades individuales y un larguísimo etcétera) al aplanarse las curvas de contagios se provocan un par de efectos negativos: se entorpece el importante acápite de la formación de inmunidad colectiva y, además, se aumenta la latencia o sobrevida del germen, por lo que la repetición de oleadas se vuelve frecuente e imparable.
Pero ya sabemos que, aparentemente, la histeria es un “bien” necesario en estos días…
952
Hemos destruido con una facilidad pasmosa la sociedad que construimos durante los últimos dos siglos y medio. Y lo peor? La gente aplaude«
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Al menos tenemos que agradecer a la histeria covidiana que haya dejado en bancarrota al desagradable De Niro… algo es algo«
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Cutter’s Way es una película sencilla, directa, ochentera pero estéticamente aún varada en los setenta. Es una adaptación de una novelilla de Newton Thornburg y la dirigió Ivan Passer, un realizador menor que procede de la nueva ola checa y que se murió en enero de este fatídico año en curso.
La cinta plantea básicamente un pequeño dilema moral sobre la percepción de la justicia y sobre la legitimidad de las lealtades. Lo hace, claro está, sin acudir al moralismo compasivo de estos tiempos. Lamentablemente es una pieza que se pierde en la inconstancia de un ritmo impreciso (el pulso de Passer no era nada del otro mundo).
El problema principal del filme es el personaje excéntrico de Alex Cutter, poco creíble y sobreactuado por John Heard. Nunca llega a cuajar y sin eso, amigos míos, no puede haber historia.
949
La masa de gente es como la masa de pan, moldeable. Pero en vez de manos, medios.
948
Vivimos tiempos de extremismos, no sólo políticos sino también existenciales. Con el caso de la pandemia del Covid lo constatamos a diario. Por un lado, los negacionistas absolutos, propensos a caer en las redes de todo tipo de teorías conspirativas. Por otro, los moralistas del apocalipsis advirtiendo sobre cuán responsables con el prójimo debemos ser (y si no lo somos, ya se encargarán ellos de que nos arrepintamos).
La situación real que yo puedo constatar, desde un punto de vista profesional, es que al menos en el sur de la Florida están apareciendo más casos de personas contaminadas que en el mes de abril, cuando se esperaba que se suscitara el tan anunciado peak de la pandemia. Pero en aquel entonces lo dije y lo repito: cuando estableces normas de cuarentenas rígidas, aplanas la curva de crecimiento, pero al mismo tiempo aumentas la prevalencia del germen. Y eso es exactamente lo que ha pasado.
No hay justificación alguna para el miedo o para la delación cobarde o para la justificación de medidas restrictivas. El hecho de que haya casos positivos en el condado no es una noticia negativa… en lo absoluto. Las infecciones respiratorias virales causan inmunidad señores (sí, aunque recientemente , incluso, instituciones médicas hayan intentado cuestionarlo), el porcentaje de muertes de los pacientes contagiados no supera el 4% y la inmensa mayoría de las fatalidades ocurren en personas con enfermedades asociadas y cuadros de inmunodepresión.
No podemos escondernos hasta el fin de los tiempos. De hecho, nunca debimos de haber ordenado cuarentenas generales. Los niños no atesoran prácticamente riesgo alguno. ¿Por qué alejarlos de las escuelas? Las personas deben de ejercer sus responsabilidades individuales y no ser obligadas a cerrar sus negocios o a llevar máscaras sin presentar síntoma alguno. ¿Por qué perseguirlos, obligarlos y delatarlos? Quien tenga temor, que se proteja a sí mismo y que proteja a los suyos.
Estamos ayudando a crear un futuro terrible. La histeria, la insensatez, la inoperancia están moldeando un mundo diferente al que hemos conocido hasta ahora. Los medios, las instituciones, los gobiernos, son menos confiables que nunca antes. Las masas, más histéricas y moldeables. Es bochornoso todo esto. Pero sobre todo es inquietante.
Recordemos, luchar por no contaminarnos por un virus respiratorio es como intentar derrotar a un Dios cualquiera.
947. The Virgin Suicides

“The Virgin suicides”, la brillante ópera prima de Sophie Coppola, narrada de manera impecable, es una pieza hermosa, sensible y estremecedora que nos habla sobre la fragilidad de la adolescencia, o de la vida, que es casi la misma cosa.
Coppola le arranca un jirón a la existencia de todos, nos toma de la mano y guía, sin compasión alguna, hacia un drama terrible, que es el fin inesperado y abrupto.
Dicen que la novela de Eugenides es muy buena. No la he leído. Pero a pesar de que nunca una obra cinematográfica logrará recapitular las complejidades de la literatura, estoy seguro de que la pieza de Coppola se le acerca. Y es que nos muestra que la vida, inconmovible, continúa su paso sin velar por los que quedan detrás.
Si estás dispuesto a que se te arrugue el alma, métele caña a este filme, no pierdas mucho tiempo… (¡Por cierto, que clase de actorazo el gran James Wood!)
946

He sido invitado a formar parte del staff de #90MilesTV, un canal Online de streaming, conservador y de corte anticolectivista que saldrá con todos los hierros el próximo mes de agosto. Hay pesos pesados del periodismo, de la televisión y del marketing detrás de este proyecto, que viene a llenar un vacío inmenso con argumentos serios y sólidos. En mi Postcast comenzaré hablando de la pandemia del Covid 19, por supuesto. Síguenos por #90MilesTV. Gracias.
945
Mientras la Stanford University ha apelado a la mesura y la sensatez frente al affaire Covid, la John Hopkins University ha sido, en cambio, la cara visible de la histeria y el fatalismo. Ambas instituciones representan los espectros opuestos con que la ciencia opera en estos días. El debate científico futuro continuará enfrentando a posiciones tan divergentes como estas.
Desafortunadamente la contienda, hasta ahora, está siendo ganada por la alharaca del terror (nada más anti científico, por cierto). Es como vivir de nuevo el triunfo transitorio de los secuaces de Bernardo Gui sobre los seguidores de Francis Bacon…
944
A propósito de múltiples consultas que me hacen pacientes y amigos sobre el Covid, yo siempre he dicho que hay que cuidarse usando las medidas higiénicas de toda una vida: lavado frecuente de manos y evitar aglomeraciones. En el caso de personas de riesgo (ancianos, enfermedades crónicas secundarias, inmunodepresiones asociadas) yo sí estoy recomendando el uso de máscaras en espacios cerrados y por cortos períodos de tiempo.
El llamado lock down para «aplanar la curva» lo que ha traído como resultado es que aumente la prevalencia, es decir, la duración del virus, la estancia del germen entre nosotros. No ha sido, ciertamente, una medida sagaz.
Pero ya habrá tiempo de pasarle la cuenta a los responsables de tanta insensatez. En Alemania, por ejemplo, los galenos han lanzado una investigación para intentar determinar a los responsables de la implementación de las cuarentenas y a los culpables del manejo político del virus, que al igual que aquí, inflaron cifras y esparcieron el terror.
943
Que me disculpen tirios y troyanos, pero que yo recuerde o haya visto, ningún boicot funciona en lo absoluto. Ni de un lado ni del otro. Sus llamados no son más que una alharaca mediática. Todavía el dinero y la costumbre (además de otras variantes) determinan cómo la gente compra y consume.
Señores, las ideologías son una conversación de sobremesa. Por alguien que deje de comprar determinada cosa, habrá otro dispuesto a gastar el doble. El resto es chachareo intrascendente.
942
Que los nuevos adalides de la moral sigan parloteando sobre compasión y justicia… La verdadera devastación de la pandemia serán los millones de muertos causados por la paralización y el hambre! Esos que apuntan hoy con sus dedos acusadores, serán también los responsables del horror.