Friedrich Nietzsche, bramando desde la lejanía de la segunda mitad del siglo diecinueve, nos recuerda que las izquierdas han sido siempre una misma cosa y que lo que vivimos hoy ya lo vivimos antes.
No quieren ser responsables de nada. Y aspiran, desde un desprecio íntimo, a poder echar su carga sobre cualquier cosa. Cuando escriben libros, suelen asumir hoy la defensa de los criminales, una especie de compasión socialista en su disfraz más agradable. Y de hecho, el fatalismo de los débiles de voluntad se embellece de modo sorprendente cuando suelen presentarse a sí mismos como la religión del sufrimiento humano”.
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