Vivimos tiempos de extremismos, no sólo políticos sino también existenciales. Con el caso de la pandemia del Covid lo constatamos a diario. Por un lado, los negacionistas absolutos, propensos a caer en las redes de todo tipo de teorías conspirativas. Por otro, los moralistas del apocalipsis advirtiendo sobre cuán responsables con el prójimo debemos ser (y si no lo somos, ya se encargarán ellos de que nos arrepintamos).
La situación real que yo puedo constatar, desde un punto de vista profesional, es que al menos en el sur de la Florida están apareciendo más casos de personas contaminadas que en el mes de abril, cuando se esperaba que se suscitara el tan anunciado peak de la pandemia. Pero en aquel entonces lo dije y lo repito: cuando estableces normas de cuarentenas rígidas, aplanas la curva de crecimiento, pero al mismo tiempo aumentas la prevalencia del germen. Y eso es exactamente lo que ha pasado.
No hay justificación alguna para el miedo o para la delación cobarde o para la justificación de medidas restrictivas. El hecho de que haya casos positivos en el condado no es una noticia negativa… en lo absoluto. Las infecciones respiratorias virales causan inmunidad señores (sí, aunque recientemente , incluso, instituciones médicas hayan intentado cuestionarlo), el porcentaje de muertes de los pacientes contagiados no supera el 4% y la inmensa mayoría de las fatalidades ocurren en personas con enfermedades asociadas y cuadros de inmunodepresión.
No podemos escondernos hasta el fin de los tiempos. De hecho, nunca debimos de haber ordenado cuarentenas generales. Los niños no atesoran prácticamente riesgo alguno. ¿Por qué alejarlos de las escuelas? Las personas deben de ejercer sus responsabilidades individuales y no ser obligadas a cerrar sus negocios o a llevar máscaras sin presentar síntoma alguno. ¿Por qué perseguirlos, obligarlos y delatarlos? Quien tenga temor, que se proteja a sí mismo y que proteja a los suyos.
Estamos ayudando a crear un futuro terrible. La histeria, la insensatez, la inoperancia están moldeando un mundo diferente al que hemos conocido hasta ahora. Los medios, las instituciones, los gobiernos, son menos confiables que nunca antes. Las masas, más histéricas y moldeables. Es bochornoso todo esto. Pero sobre todo es inquietante.
Recordemos, luchar por no contaminarnos por un virus respiratorio es como intentar derrotar a un Dios cualquiera.
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