
No tenía idea de que los productores de “Deadwood” habían sacado una película el año pasado para darle fin a una de las más grandes series jamás filmadas. Ya lo había visto con la magnífica “Homicide: Life on the Streets”, la pieza de Paul Attanasio, David Simon y Tom Fontana que había, a su vez, supervisado Barry Levinson y que se convirtió en una especie de material predecesor de “The Wire”.
Pero no fue hasta que me tropecé en HBO con la versión cinematográfica escrita por el sempiterno David Milch y dirigida por el especialista televisivo Daniel Minahan, que caí en cuenta de la necesidad de redención que atesoraba la majestuosa historia de aquel poblado legendario del West regido por el sheriff Seth Bullock y el empresario Al Swearengen donde asesinaron a Wild Bill y donde Calamity Janes se emborrachaba en las esquinas.
Ubicada diez años después del cierre intempestivo de la serie, la cinta sabe a poco y no es el colofón preciso para tanta brillantez pasada, pero al menos te dibuja una sonrisa permanente a causa de tan entrañables e inolvidables personajes. Y es que toda gran historia necesita un cierre. Aunque sea esporádico y leve y escasamente abarcador.
Deadwood: The Movie, en fin, es como el café matutino que tras olerlo en la cocina al amanecer te trae recuerdos hermosos del pasado. Para los fanáticos de la pieza original, se hace imperioso ponerle fin al luto con la cinta de marras.
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