
El taciturno Almasy (ese terrible apellido que acarrea a la muerte) y Katharine Clinton, sentados en medio del agreste desierto norafricano donde los tanques del general Rommel habían sembrado el pavor más absoluto, son el reflejo de cuánto puede llegar a doler la vida.
“The English Patient” es la historia de una traición. Un filme doloroso y terrible, he de decirles; un hermosísimo relato porque en la tristeza y en las imperfecciones de los hombres también habita, en ocasiones, la belleza. Creo que, a diferencia de muchas otras, esta es una pieza que ha ganado con los años. Le ha valido a Minghella la sobrevivencia eterna, luego de aquella muerte tan prematura e injusta.
Y es que The English Patient es una de las piezas más monumentales jamás filmadas, repleta de innumerables escenas poéticas, de punta a rabo, y de paisajes increíbles que nos recuerdan cuán minúsculos somos ante el milagro de la creación. La cinta es un lienzo renacentista coloreado en los tiempos inciertos del fin de un siglo. ¿Qué más decir?
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