Tom Friedman, el columnista del NYT, alerta sobre la posibilidad de una segunda guerra civil en los Estados Unidos a raíz de las elecciones venideras. No creo que Friedman yerre en la disposición de la consecuencia, pero las razones que arguye son equivocadas. Tom, por supuesto, culpa por adelantado al horrendo presidente Trump, dejando entrever muy claramente que el dictador naranja no reconocerá el resultado de las elecciones de perder con Biden.
Al antitrumpismo militante, según parece, se le olvida aquel llamado de la cúpula partidista a Sleepy Joe de no validar una victoria trumpista. La lectura de la media, como ya es habitual, navega a contracorriente de la realidad. Friedman no atisba la violencia generada desde la oposición y los grupos que apapachan las ideas de izquierda. No le conviene, no le cuadra. El discurso tiene que continuar sobre la misma senda, demonizar a la administración y aligerar el pesado ataúd que cargan sobre sus hombros los “defensores” de la justicia.
Y ya a estas alturas no estoy seguro de que pueda prevalecer algún atisbo de verdad (ese concepto resbaloso y frugal), pues al fin y al cabo la historia la escriben no sólo los vencedores, sino (y sobre todo) los encargados de generar estados de opinión.
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