1032

Quizás el epíteto más recurrente que el antitrumpismo suele endilgarle a la actual administración es el de “fascista”. Es una denominación traída por los pelos, por supuesto. Es una triquiñuela filológica para atrapar a incautos. Y es curioso que quienes propaguen la idea de una sociedad más “justa” controlada por un inmenso aparato estatal que regule cada estamento de nuestras vidas en nombre del “bien común”, sean precisamente quienes llamen “fascistas” a los otros. No en vano ya lo decía Susan Sontag, sin dejar lugar a dudas: “el comunismo es fascismo… un fascismo con rostro ‘humano’”.

La administración Trump, en la práctica, ha gobernado yendo del conservadurismo jacksoniano al liberalismo clásico de mediados del siglo XX (libertarismo de la escuela austriaca), lo cual sitúa su gestión a años luz de cualquier atisbo de autoritarismo. Y lo primero que hizo para dejar en claro que el objetivo primordial era el de intentar disminuir (acometimiento titánico) el tamaño del gobierno fue colocar a la brillante abogada india-americana Neomi Rao al frente del esfuerzo por la eliminación de regulaciones federales.

Las medidas más importantes, según los que saben, en este sentido fueron: la eliminación del mandato individual del Obamacare (una ley mucho más cercana a la filosofía fascista de lo que pueda imaginarse), la eliminación de la llamada Pan Energía Limpia del FPA, la supresión del presupuesto del costo regulatorio, la reducción de miles y miles de documentos inútiles en las diferentes agencias federales, la eliminación de la llamada regla de aguas y la eliminación de la regla de neutralidad de la red. También se redactaron las actas SCRUBS y REINS para deprimir miles y miles de regulaciones menores.

Todo esto trajo como consecuencia residual la dramática disminución burocrática del registro federal en más de un tercio, algo que jamás se había conseguido en la historia de la América moderna, además del aumento de las libertades individuales, la disminución de la burocracia central y, sobre todo, el crecimiento económico. Hay muy poco de fascismo y autoritarismo en ello ¿no es cierto?

Que no se haya logrado más es a consecuencia de que la reforma legislativa necesaria para poder alcanzar el Dorado final, que es el de desmontar en la mayor medida de lo posible un anquilosado aparato burocrático que ha ido convirtiendo paulatinamente en un Leviatán a lo largo de los dos últimos siglos, jamás fue aprobado por la rama legislativa central. (la burocracia se defiende a sí misma a como dé lugar).

Sería prudente, por lo tanto, que todos esos intelectualillos que aleccionan a las masas a gritar desaforadamente “fascista, fascista” al presidente de turno, se eduquen un poquitín más antes de lanzar tan desafortunadas (y endebles) consignas partidistas.

1031

El veterano de mil batallas Newt Gingrich ha dado una explicación sobre el por qué las encuestas del 2016 y las de ahora arrojan resultados tan absurdos e irreales, que me ha complacido mucho. Claro, se trata de lo que afirma Gingrich, además de aquella intensión malsana de crear estados de ánimo y opinión.

En definitivas, el hombre dice que los encuestadores suelen preguntar más a simpatizantes demócratas que a republicanos, focalizándose sobre todo en áreas citadinas y sub urbanas en desmedro de las zonas rurales. Ello, por sí, explicaría la enorme ventaja de la que goza, según la misma industria que falló ignominiosamente cuando el affaire Hillary Clinton, el opaco candidato Biden.

PD: Por cierto, acerca de la denuncia de fraude publicada ayer en este muro, les adelanto que el gobierno condal abrirá una exhaustiva investigación de los hechos.

1030

Estamos viviendo un déjà vu de las elecciones del 2016. Las encuestas dan como amplio favorito al candidato demócrata; los programas radiales comentan cuán fácil será la victoria en contra del fascista Trump; las academias universitarias identifican a quienes, según ellos, enarbolan un discurso de odio para suprimirlos y acallarlos; las redes sociales y los buscadores de internet censuran fundamentalmente al pensamiento más conservador; la prensa escrita publica titulares sensacionalistas y sesgados, y las cadenas de televisión entrevistan a “brillantes intelectuales” liberales.

Hay una disonancia real entre lo que escuchamos y vivimos. Y es que aquellos que construyen estados de opinión parecen responder a un guión previamente establecido, donde unicornios rosados y blanquísimas motas de algodón coexisten con nosotros en un idéntico universo. Pero… ¿por qué la gran prensa no es objetiva?

Las razones son varias. En primer lugar, utilizan el sesgo selectivo promoviendo narrativas falsas para fundamentar sus simpatías ideológicas. Los ejemplos sobran, desde aquellas pruebas fabricadas por un espía extranjero que recibía dinero de una campaña política determinada y que causaran, con la complacencia de los medios, una investigación de la campaña del ahora presidente Trump hasta las posteriores acusaciones e investigaciones de “collusion”.

En segundo lugar, el periodismo actual, completamente politizado, impulsa la idea de la subjetividad como premisa válida de la verdad. O lo que es lo mismo, prioriza emociones sobre hechos. Y a eso se ha reducido, en gran medida, el discurso “intelectual” de la izquierda, a llevar adelante la teoría de la justicia social crítica que no es más que un conjunto de simplificaciones caricaturescas de la realidad y de principios fundamentales extravagantes y descaradamente falsos, a decir de la académica Helen Pluckrose.

El principal esfuerzo de la gran prensa norteamericana durante los últimos años ha sido la de crear una narrativa inalterable, donde se sataniza al presidente a la par que se santifican a sus rivales políticos o excolaboradores. Hay una naturaleza maniquea inocultable en todo esto. Ignorar completamente los hechos es una prioridad y un carácter inequívoco del sesgo.

Los medios, amigos míos, participan en la construcción del poder. La libertad de prensa no existe. Sí existen, en cambio, los intereses. Y es aquí donde, en aras de favorecer esas inclinaciones,  se ha terminado por constituir la triada del poder intelectual en la América nuestra: universidades, prensa y dinero pujando por un único objetivo.

Redefinir nuestro marco moral se ha convertido en un ‘sine que non’ de todos estos grupos de poder. Cualquier opinión que disienta de estas nuevas normas éticas es percibido y presentado como una amenaza moral. (Es la apoteosis del mazdeísmo, qué duda cabe).

Castigar la crítica y propiciar la unanimidad es el sostén de los nuevos valores ideológicos de los comunitarismos en Occidente, y la prensa se ha plegado a ello. ¡La censura “decorosa y honrada” es el Dorado! Por eso la existencia omnipotente y todopoderosa de una organización que promueve la más atroz prohibición como Media Matters, y que no paga impuestos y es financiada por organizaciones como Open Society (es record público).

El que paga manda, amigos míos. No es un mito inventado por los conservadores jacksonianos que apoyan a una administración cualquiera. Las historias se construyen a conveniencia de un grupo ideológico predominante. Y en ese debate nos encontramos. ¡Dios, si existe, que se apiade de nosotros!

1028

Señores, el guaniquiqui es importante y asegurar una vejez decente y tranquila es una prioridad para cualquiera. Les digo esto porque acabo de escuchar a Carlos Alberto Montaner, con voz agotada por el tremendo peso de los años y la ponzoña irreversible del Parkinson asesino, aleccionando a votar a favor de Joe Biden y Kamala Harris, que «no son socialistas». Miami, señores, se ha convertido en un circo, gracias sobre todo a las necesidades de personas y empresas. (Bueno, es algo que pasa en todas partes, en realidad).

Por cierto, escuchando emisoras AM locales en español e inglés me he percatado de que las propagandas a favor de candidatos demócratas supera a los del elefante en proporción de 6 a 1. Al menos ya sabemos de qué lado se encuentra el billete gordo.

Nota: A CAM le corresponde todo el derecho del mundo a expresar su apoyo por quién quiera. Pero eso, lo sabemos, no es una novedad ni un acto de valor inclaudicable, como algunos pretender hacer ver. Mi punto es otro.

1027

Un amigo, hermano y colega que se encontraba evaluando a pacientes de Hospice en un gran Assistance Living Facility en Miami Beach ayer por la tarde me llamó muy consternado hacia el ocaso para contarme que, conversando con varias ancianas en el lugar, salió el tema de las elecciones a relucir. Mi amigo les preguntó, entonces, si ellas ya habían votado. Todas respondieron alegremente que sí. «¿Y por quién votaron, si se puede saber?» «Ay, Doctor, por el viejito olvidadizo, el flaquito… ¿cómo es que se llama? Biden, ése mismo». «¿En serio? Pero ¿por qué? Ese viejito no es cosa fácil». «¡Ay, mijo, nosotros no sabemos nada de eso. Las enfermeras nos llenaron a todas las planillas y nos dijeron que teníamos que votar por el flaquito porque el otro es loco y quiere que todos los viejos nos muramos».

Ya ven, amigos míos, una de las variantes de cómo es que se establece el fraude electoral. La historia, por cierto, es absolutamente cierta.

Nota: Cada uno de esos ALF tienen entre 300 y 400 votantes activos. Así que ya saben…

1025

Anoche escuché en un programa de Mark Levin al venerable Thomas Sowell, una de las mentes más brillantes de la nación durante el último medio siglo. Ha envejecido Sowell; acaba de cumplir noventa años, pero aún así continúa escribiendo y ejerciendo como un intelectual de primera línea.

En la conversación, Sowell dejó entrever, sobre todo, su temor a que los Estados Unidos comiencen a descender cuesta abajo de manera inexorable. Sowell dijo:

“Nunca soñé que llegaríamos a este punto. Es una locura. Y lo que más temor me causa es que gente que se encuentra en puestos de responsabilidad está cediendo a cada demanda que se les hace, está repitiendo cualquier frase estúpida que se supone tienen que repetir. Creo que nos estamos acercando demasiado al punto de no retorno”,

Luego, hacia el final, revelaría su preocupación más inmediata: «Un triunfo de Biden en las elecciones, ganando el partido demócrata Senado y Congreso, significaría un punto definitivo de no retorno».

Y yo, que pienso exactamente igual…

1024

La nación se pudre. Quizás sea el sine qua non de todas las grandes civilizaciones: rodar cuesta abajo una vez alcanzada la cúspide. Y es que para legislar para el bien de muchos se necesita del monstruo de la burocracia eterna, que anda hacia adelante gracias al látigo y la zanahoria de la más profunda corrupción.

La nación se pudre. ¿Cómo confiar, por ejemplo, en un proceso eleccionario donde el candidato opositor, favorito de todos aquellos grupos de poder que privilegian la hediondez y el desparpajo, proclama bajo el paraguas protector de su demencia en ciernes que el partido que representa ha construido “la organización de fraude electoral más amplia e inclusiva en la historia de la política estadounidense?

¿A dónde hemos llegado, amigos míos? Moramos en un lugar donde la prensa oculta información para deslegitimar a un presidente y proteger a los corruptos de toda una vida, donde las elites acarrean a las masas hacia el abismo de la intolerancia irresponsable, donde las turbas justifican su violencia en nombre de una falsa decencia.

Dicen que el presidente pretende no reconocer un resultado adverso en las próximas elecciones, pero han sido estos mismos acusadores quienes se han negado a aceptar la derrota de hace cuatro años, por lo que desde entonces han quemado negocios y saqueado ciudades, han disparado y asesinado a oponentes ideológicos y han creado componendas para minar el ejercicio cívico de la administración.

Esta nación se pudre, irremediablemente.

1022

Que Twitter haya suspendido la cuenta del New York Post, ese mítico diario fundado por Alexander Hamilton, no debiera de asombrar a nadie. La plataforma ya ha mostrado serios signos de sesgo ideológico en el pasado. Claro, los últimos acontecimientos son inquietantes, aterradores en realidad. La censura ideológica ha irrumpido con fuerza en la América libertaria. Es como para escondernos debajo de nuestras camas.

¿Y por qué no debe de asombrarnos la parcialidad de Twitter? Por múltiples razones que trascienden el mero panorama subjetivo, claro está. (Que sean parciales no sería un problema si el conglomerado se reconociera como tal, cosa que no ocurre en la realidad. Twitter jura y perjura que es absolutamente imparcial en materia ideológica y política).

Pues bien, esos hechos factuales que trascienden los contornos de la subjetividad se encuentran por doquier. Por ejemplo, Jessica Hertz, una de las ejecutivas principales de la red social, está trabajando bajo contrato para el equipo de transición del candidato Biden. Ella supervisará la aplicación del plan de ética de la campaña y asuntos relacionados. Antes había sido abogada adjunta principal en la Oficina del vicepresidente desde el 2012 hasta el 2014.

¿Otro ejemplo? Carlos Monje, director de políticas públicas de la compañía, dejará su puesto para trabajar para el equipo de transición de Biden. ¿Otro más? Del grupo asesor voluntario de casi 700 personas de la campaña de Biden, varios miembros trabajan para la propia plataforma además de para Facebook, Apple, Google y Amazon, según informó el New York Times en agosto.

¿Lo peor? Aquella infausta misiva de hace tan sólo unos escasos días en que la campaña demócrata escribiera una carta a Facebook y su CEO Mark Zuckerberg instándolos a censurar las publicaciones del presidente Trump.

¿Algo apesta en Dinamarca? No precisamente, mis amigos. El enunciado “Hamletiano” se ajusta mucho mejor a la podredumbre que corroe a la sociedad política norteamericana. Aquí, si no formas parte del redil intentarán apartarte sin contemplaciones. Al fin y al cabo, el guaniquiqui sobra para tales menesteres.

1021

Los medios participan en la construcción del poder. No es poco usual, entonces, que, en tiempos de apoteosis tecnológica, redes sociales como Twitter o Facebook formen parte de la entelequia del poder. Sunt in potentia.

Oponerse al poder siempre entraña un riesgo palpable, claro está. Hoy en día gran parte de ese poder está estructurado en base al concepto de que la sociedad no es una comunidad de individuos con los mismos derechos, sino que es percibida como una colección de grupos de identidad cultural definidos por raza, etnia y género, por ejemplo.

Y es así que hemos regresado (la historia es cíclica) a aquellos tiempos de la Alemania pre nazi de Dietrich Eckart, con nuestro propio Deutsche Arbeiter Partei revoloteando por todos lados. ¿Por qué les digo esto? Les cuento:

Ayer un grupo de personas intentó protestar pacíficamente contra la censura ideológica en Twitter, a raíz del affaire Hunter-Post que, ha revelado una vez más, la naturaleza partidista de las grandes corporaciones de la información en los Estados Unidos y el mundo occidental. Ese grupo de personas, amigos míos, fue apaleado y golpeado por militantes de Antifa, aquella organización “fantasma”, invisible a los ojos de quienes construyen el discurso del poder, que ha sido caracterizada como tan sólo “una idea” por los representantes del establishment de izquierdas.

¿Por qué los golpearon? Seguramente en aras de la libertad y la concordia. ¡Qué ironía tan terrible!

Nadie dirá nada, excepto los pocos de siempre. Y es que para quienes administran el retablo de títeres y conejillos en donde todos moramos, considerar cualquier desacuerdo como evidencia de las acusaciones que enarbolan en contra de sus enemigos políticos, es un hecho factual: “te golpeo, te censuro, te disminuyo y relativizo porque eres fascista y lo mereces. Es decir, aplicaré contigo lo que yo afirmo que tú aplicas en los demás”.

Si, vivimos en los tiempos de la Alemania pre-nazi. Sólo falta identificar al Eckart de marras que nos guiará (hasta el Dorado pletórico de justicia, bondad e igualdad) contra aquellos que amenazan el destino de la nueva América.

1020

El fantasma del fraude electoral no es una distopia pesadillezca. Tampoco es una invención conspiranoica de mentes calenturientas. Las 370 mil boletas electorales duplicadas en Pennsylvania, un estado gobernado por demócratas, claro está, es un ejemplo palpable de que la bestia de mirada hosca habita al doblar de la esquina. Y el problema aquí parece ser que es necesario para algunos sacar al presidente Trump de la Casa Blanca, no importa que sea a patadas. Por cierto ¿ya leyeron el editorial del NYT donde comparan un nuevo liderazgo de la actual administración con el nazismo hitleriano? Señores, esperen horrores, se los advierto.

1019. Heathers

Los años ochenta marcaron el triunfo del existencialismo adolescente. Ajeno a las complejidades de un Nicholas Ray (al que, por cierto, Francis Ford Coppola intentó retomar dentro del subgénero a inicios de la década), la cinematografía sobre teenagers obvió cualquier aproximación a las profundidades existenciales que, a manera de narrativa, podrían haber reflejado la vivencia angustiosa de la guerra fría, y se dedicó a contar con descaro y muchas veces una buena cuota de cinismo, las tribulaciones del grupo generacional. Si se realiza un compendio de todo lo hecho en la materia a lo largo de toda la década, podría entonces, a pesar de esa ausencia de “espíritu hermeneútico” del que les hablaba, obtenerse un vívido compendio de las preocupaciones y de las realizaciones de la época.

Heathers, una cinta del malogrado Michael Lehmann, contiene el pecado de tomarse demasiado en serio. Pero quizás sea esa propia arrogancia la que le permite intentar dar un paso más allá e intentar materializar la soberbia de la época, el nihilismo de sus personajes, y transformarlos en esa hipertrofiada maldad con que la obra se expande en cada escena. Las reglas del interior del high school son las mismas reglas de la vida, solo que exageradas por la mitología del guión. Lástima del tono moralista y de la forzada intención filosófica de la historia. Al menos nos queda la Winona Ryder, antes de robarse aquellas cosas de una tienda cualquiera.

(Escrito en el 2016)

1018. Closer Encounters of the third grade

¿Cuántos de ustedes no soñaron con que la inmensa nave extraterrestre, tras la musiquita de rigor, disparara y barriera con los científicos apilados al pie de la meseta del diablo, Wyoming, aniquilando así las risillas nerviosas y condescendientes de los testigos en “Closer Encounters of the third grade”? ¿O que a Dreyffus lo acuchillaran esos enanos cabezones tras instalarlo cómodamente en la nave nodriza? Vamos, admítanlo, aunque sea una vez. Nos place sobremanera… El sueño, en todo caso, nos lo cumpliría décadas después Tim Burton.

En realidad “Closer Encounters of the third grade” es más una precuela estilística de Indiana Jones que una antecesora intelectual de ET. Y podría decirse también que es una de las piezas más relevantes de la etapa dorada spielbergiana, esa que abarcó, en mi opinión, desde 1975 con Jaws (tras una larga jornada de ejercicios preparatorios televisivos) hasta la majestuosa Empire of the Sun de 1987.

Si quieres saborear la auténtica sazón de Spielberg, esta es una pieza esencialísima, vital, irremediable. La he vuelto a repetir después de más de treinta años y debo confesar que sigue siendo insuperable dentro de su espíritu y su estilo.

1017

La brillante Heather McDonald lo explica mejor que yo, por supuesto:

«Bajo la mentalidad actual de seguridad, el sacrificio y la toma de riesgos se vuelven impensables. Las virtudes marciales del coraje y el estoicismo han sido dejadas de lado y patologizadas . Cuando Trump dejó brevemente el hospital Walter Reed para saludar a sus seguidores, un médico del hospital se quejó de que los agentes del Servicio Secreto en la limusina de Trump “podrían enfermarse. Pueden morir «. Estos son los mismos agentes del Servicio Secreto que se espera que reciban una bala al proteger a un presidente. Estaban detrás de una barrera de plexiglás en el coche; todos los ocupantes estaban enmascarados. Bajo nuestro espíritu feminizado, mostrar determinación durante una crisis, tranquilizar al público sobre el bienestar de uno, ya no son rasgos positivos en un líder; son violaciones de la máxima aversión al riesgo».

1016. Ratched

RATCHED (L to R) FINN WITTROCK as EDMUND TOLLESON in episode 102 of RATCHED Cr. SAEED ADYANI/NETFLIX © 2020

Ratched, la serie, es un ejercicio prejuicioso y maniqueo que, de manera forzada, intenta darle una existencia previa al personaje de la enfermera Ratched, aquella terrible figura estatista que Milos Forman recreara tan brillantemente, desde una perspectiva libertaria y naive, en su mítica One Flew Over the Cuckoo’s Nest.

El resultado es atroz, no sólo por el fallido tono de comedia que se le intenta dar a la pieza desde un inicio, no sólo por los personajes caricaturescos y triviales que inundan la pantalla a toda hora, sino también por el espíritu manipulador, zoroastrista, ideológicamente sensacionalista, escasamente coherente, que Evan Romansky se encarga de plasmar en la obra.

Una vez que nos cansamos del preciosismo estético de Ryan Murphy, y ya hacia la segunda mitad, constatamos con horror que el cáncer de la política de la cancelación, ese neofascismo cultural que pudre las entrañas de Occidente, se ha metatizado en esta Ratched, pálida evocación de otras tantas piezas que desandan idénticos caminos.

Que un asesino serial y sanguinario sea pintado, por ejemplo, como un muchacho noble, víctima de las circunstancias, incapaz de hacer daño a los animales, en aras de merecer la redención, al mismo tiempo que se sataniza a aquellos que promueven la ley y la justicia (los cuales son tachados, por supuesto, de misóginos, discriminadores, oportunistas, corruptos y ladrones) nos da una idea de cuáles son los principios morales que se han impuesto en nuestras sociedades.

Ratched aporta, claro está, ese nivel de intolerancia victimista ya tan común en estos tiempos que vivimos. La factoría que la ha parido es Netflix, pero también podrían ser Amazon Prime, Hulu o casi cualquier otra. La guerra cultural que sacude a la sociedad moderna y que cambiará irremediablemente el futuro y el destino del planeta, ya se aproxima hacia una resolución total. Y vamos perdiendo, se los digo.

1015

¿Me van a decir que la media, las redes sociales, los politólogos y las encuestas no responden a un interés primordial en estos tiempos, que es el de sacar de la Casa Blanca al presidente Trump a como de lugar? Es cierto. Vivimos en un pantano nauseabundo y apestoso.

Se encuentra una laptop con emails entre Hunter Biden y los ejecutivos de Burisma que demuestran la corrupción y el abuso de poder cometidos por el viejo Joe, y entonces viene un portavoz de Facebook, Andy Stone, a decir:

«Quiero dejar claro que esta historia del New York Post es elegible para ser verificada por los socios externos de verificación de hechos de nuestra red social. Mientras tanto, estamos reduciendo su distribución en nuestra plataforma».

Fue por hechos como estos que Donald Trump arrasó en las elecciones del 2016 y vlverá a ganar en noviembre. Esperemos que no se roben las elecciones. En definitivas, el poder, el verdadero e inquietante poder, lo obstentan ellos.

1014. Anatomía de un descaro o Bye, Bye, Joe Biden. Tu tiempo se terminó.

«Estimado Hunter. Necesitamos con urgencia tu consejo sobre cómo podrías utilizar tu influencia para transmitir un mensaje / señal, etc. para detener lo que consideramos acciones con motivación política». (Vadym Pozharskyi, asesor de la junta de Burisma, 2014)“

¿Quién está detrás de estos ataques a la empresa en última instancia? ¿Quién en el actual gobierno interino podría poner fin a tales ataques?». (Hunter Biden, 2014)

“Estimado Hunter, gracias por invitarme a DC y darme la oportunidad de conocer a tu padre y pasar un tiempo juntos. Es realmente un honor y un placer”. (Vadym Pozharskyi, asesor de la junta de Burisma, 2014)

*Burisma anuncia que amplió su junta directiva al agregar a Hunter Biden, quien fue puesto a cargo de su «unidad legal y brindará apoyo a la Compañía entre las organizaciones internacionales». (Comunicado de prensa de Burisma, 2014)

“Los miré y les dije: me voy en seis horas. Si no despiden al fiscal, jamás recibirán el dinero. Bueno, hijo de puta. Lo despidieron». (Biden jactándose ante el Consejo de Relaciones Exteriores en el 2018).

«Todo lo que se ha dicho sobre Hunter es falso, hombre. No tienes idea de lo que dices». (Joe Biden. 2020)

«Han estado impulsando teorías de conspiración ampliamente desacreditadas sobre la familia Biden, confiando abiertamente en actores vinculados a la inteligencia rusa». ( George R. Mesires, abogado de Biden, 2020).

*Octubre 14 del 2020: Se dan a conocer emails confidenciales entre ejecutivos de Burisma y Hunter Biden que prueban la participación del candidato demócrata en el despido de un fiscal investigador ucraniano que investigaba a Burisma.

1013. The Haunting of Bly Manor

Mike Flannagan repite para Netflix una historia de fantasmas, “The Haunting of Bly Manor”, esta vez basada en la legendaria novela de horror gótico The Turn of the Screw, de Henry James. La visión estética de Flannagan ya la conocemos. Sus obras están imbuidas de cierto espíritu poético, de un carácter definitivamente pretencioso. Su mano endeble en la dirección de actores se nota y pesa. La historia es forzada e irregular, la narración es imperfecta y escasamente orgánica … muchas de las situaciones, cursis.

No puede, por cierto, desembarazarse Flannagan de todo el correccionismo político, de todo el buenismo desmesurado que nos atosiga en estos tiempos. Un poquitín de ideología de género por aquí, un tilín de feminismo recalcitrante por allá… el bueno de James se levantaría sin dudas de su tumba para retorcer el pescuezo del politizado Flannagan en aras de enseñarnos una lección: el arte no es demagogia, compañeros.

El capítulo ocho y semifinal, por cierto, es una obra maestra, hay que decirlo. Está impregnado de esa tristeza interminable, apoteósica, sideral que explica en buena medida la existencia de los hombres y la prevalencia de olvidos y memorias. El pulso narrativo de Flannagan es ejemplar. Y luego, sin embargo, y lamentablemente, la serie da paso a una vuelta final de las más paupérrimas jamás filmadas, repleta de lugares comunes, de positivismo reaccionario, incluso de ese fascismo cultural que se nos vende como la única alternativa moral que existe.

¡Vivimos tiempos oscuros, qué duda cabe! Más horrendos que las noches angustiosas de la mansión Bly Manor, más tétricos que la dama sin rostro que nos acechó algún día durante nuestras pesadillas infantiles…