Señores… ¡Que no se diga! Cualquiera pesca una infección respiratoria viral. ¿Recuerdan cuando en varias ocasiones les decía que intentar no contagiarse por un virus cualquiera es como pretender luchar contra un Dios omnipotente (póngale usted el nombre que le de la gana)? Varios de mis amigos se han contagiado. Algunos de ustedes han sido diagnosticados y tratados por mí. De eso se trata todo. Trump no es, en lo absoluto, una excepción de la regla.
Lo curioso es la manera en que el antitrumpismo ha reaccionado a la noticia. Algunos han deseado pronta recuperación al hombre y a la primera dama. Otros tratan de establecer una correlación entre el espíritu individualista de la actual administración y el hecho concreto del contagio como una especie de castigo divino o de consecuencia irrefutable.
«Se contagió porque es un negacionista». No es cierto que el presidente sea un negacionista, como estos paladines de la pseudociencia pretenden dejar establecido. Hasta a mí me han colgado el dichoso cartelito por tratar de traer sobre la mesa algo de sentido común basado en mi experiencia empírica de primerísima mano, así que no hay mucho que esperar de las turbas ladradoras.
Pero… los peores son aquellos que desnudan la naturaleza carroñera del animal que somos y desean, con la intensa voluntad positivista que proporciona el odio, la muerte al tipo que administra a la nación. Esos son, como reza aquella parrafada cursi y chea, los verdaderamente imprescindibles. Y así vamos…
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