
Ratched, la serie, es un ejercicio prejuicioso y maniqueo que, de manera forzada, intenta darle una existencia previa al personaje de la enfermera Ratched, aquella terrible figura estatista que Milos Forman recreara tan brillantemente, desde una perspectiva libertaria y naive, en su mítica One Flew Over the Cuckoo’s Nest.
El resultado es atroz, no sólo por el fallido tono de comedia que se le intenta dar a la pieza desde un inicio, no sólo por los personajes caricaturescos y triviales que inundan la pantalla a toda hora, sino también por el espíritu manipulador, zoroastrista, ideológicamente sensacionalista, escasamente coherente, que Evan Romansky se encarga de plasmar en la obra.
Una vez que nos cansamos del preciosismo estético de Ryan Murphy, y ya hacia la segunda mitad, constatamos con horror que el cáncer de la política de la cancelación, ese neofascismo cultural que pudre las entrañas de Occidente, se ha metatizado en esta Ratched, pálida evocación de otras tantas piezas que desandan idénticos caminos.
Que un asesino serial y sanguinario sea pintado, por ejemplo, como un muchacho noble, víctima de las circunstancias, incapaz de hacer daño a los animales, en aras de merecer la redención, al mismo tiempo que se sataniza a aquellos que promueven la ley y la justicia (los cuales son tachados, por supuesto, de misóginos, discriminadores, oportunistas, corruptos y ladrones) nos da una idea de cuáles son los principios morales que se han impuesto en nuestras sociedades.
Ratched aporta, claro está, ese nivel de intolerancia victimista ya tan común en estos tiempos que vivimos. La factoría que la ha parido es Netflix, pero también podrían ser Amazon Prime, Hulu o casi cualquier otra. La guerra cultural que sacude a la sociedad moderna y que cambiará irremediablemente el futuro y el destino del planeta, ya se aproxima hacia una resolución total. Y vamos perdiendo, se los digo.
Publicado por