Un amigo, hermano y colega que se encontraba evaluando a pacientes de Hospice en un gran Assistance Living Facility en Miami Beach ayer por la tarde me llamó muy consternado hacia el ocaso para contarme que, conversando con varias ancianas en el lugar, salió el tema de las elecciones a relucir. Mi amigo les preguntó, entonces, si ellas ya habían votado. Todas respondieron alegremente que sí. «¿Y por quién votaron, si se puede saber?» «Ay, Doctor, por el viejito olvidadizo, el flaquito… ¿cómo es que se llama? Biden, ése mismo». «¿En serio? Pero ¿por qué? Ese viejito no es cosa fácil». «¡Ay, mijo, nosotros no sabemos nada de eso. Las enfermeras nos llenaron a todas las planillas y nos dijeron que teníamos que votar por el flaquito porque el otro es loco y quiere que todos los viejos nos muramos».
Ya ven, amigos míos, una de las variantes de cómo es que se establece el fraude electoral. La historia, por cierto, es absolutamente cierta.
Nota: Cada uno de esos ALF tienen entre 300 y 400 votantes activos. Así que ya saben…
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