Ya se larga el 2020, un año nefasto para las libertades individuales. El más terrible de la historia moderna. También ha sido la temporada más oscura para las ciencias, porque los grandes intereses han logrado doblegar al sentido común, colocando una pesada bota en el pescuezo de la razón.
Mientras la plebe aplaude, chivatea, gime, hemos retrocedido (al menos) cuatro centurias, amigos míos. De lleno hemos aterrizado en la etapa de la pre ilustración. (¡Ah, la chusma reaccionaria!)
Me encantaría desearles un maravilloso año venidero, pero no estoy seguro de que mis aspiraciones arriben a buen puerto. Siguen los mismos tipos metastizando cada resquicio de nuestras vidas y, sobre todo, sigue la misma gente aupando el más indescriptible horror.