Siempre ha existido fraude en los Estados Unidos. Kennedy le robó la elección a Nixon en 1960. Los muertos tradicionalmente han votado demócrata. Los ilegales asisten con muchísimo entusiasmo a los centros de votación en toda la costa Oeste. La tramposa Brenda Snipes no es una fantasiosa y siniestra figura de la imaginación popular.
Apelar a la infalibilidad de un sistema que basa su entelequia en la buena fe de las personas es, cuando menos, una posición muy naive. Lo que sí es cierto es que jamás se había puesto en práctica un robo tan meticulosamente planificado y ejecutado, pero… las ciencias matemáticas y estadísticas son implacables. Tal y como les he dicho antes, es un imposible práctico, una utopía anti científica dar vuelta al tablero electoral tal y como ocurrió la madrugada de N4. Así que todo, absolutamente todo, apesta en Dinamarca, amigos míos. Estemos atentos a las profundas consecuencias venideras. (Por cierto, y luego no digan que nadie se los advirtió: el excepcionalismo yuma apenas si respira)
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