Acaba, prácticamente, de aprobarse el segundo paquete de «ayuda» por el Covid-19. Una pantomima horrenda. Un símbolo preclaro de la pesadilla que enfrentamos. América, amigos míos, está podrida. Sus políticos hieden. Sus instituciones no son más que patéticos retablos donde prevalece la ignominia y la fetidez malsana.
La buena noticia, sin embargo, es que gracias a la votación del «paquetero paquete» en las dos cámaras federales aposentadas en Washington, esas donde moran los parásitos de la nación, podemos determinar el porcentaje exacto de putrefacción que nos aqueja.
Les explico: un total de 510 senadores y congresistas se pronunciaron sobre el panfleto de marras. 451 lo aprobaron y 59 legisladores se opusieron. O lo que es lo mismo, el 88.4 por ciento de nuestra clase política se equipara a gusanos que sobreviven alimentándose de la úlcera corrupta y rancia, que es el lugar donde moramos.
Las raíces de la gran América apenas si soportan el peso de un pasado glorioso. La ranciedad de sus burócratas soberbios se ha metastizado y amenaza con descomponer, esta vez para siempre, sus vetustos cimientos.
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