Lo dije nueve meses antes que el presidente. De hecho, modestia aparte, nadie lo dijo antes que yo. Si Trump se hubiera decidido, desde un inicio, a defender esta verdad, si no hubiera claudicado ante la histeria y, sobre todo, si hubiera despedido al burócrata Faucci, hoy enfrentaría muchisimos menos tribulaciones y el excepcionalismo norteamericano aún atesoraría algo de esperanza.

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