Viendo los acontecimientos de los últimos meses (y echando una ojeada en mi día de asueto a un canal oficialista ruso y sus invitados), me atrevo a corroborar lo que ya tantas veces he esbozado:
Los teóricos del socialismo duro y tradicional, aquel que se considera el preámbulo del comunismo proletario, son también críticos fervientes del foro de Davos. Las fronteras ideológicas comienzan a diluirse a medida que entramos en una nueva era. Las críticas, claro está, aún se sostienen en la diatriba tradicional de los acólitos de la lucha de clases.
Pero esa praxis marxista-leninista boquea ante el monstruo que la acomete. Hacia el final de esta mitad de siglo, seguramente, regirá el colectivismo tecnológico, si acaso con una ligera oposición de los residuos de las teorías de Locke. ¡El conservadurismo, amigos míos, ha sido convertido por la propaganda del totalitarismo buenista, en el nazismo del siglo XX! Y la plebe lo cree.
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