
High Noon (1952) nació a la sombra del mayor encontronazo cultural que ha conocido la historia de la unión: el macartismo. Y su discurso, más allá de lo que podamos interpretar, se encuentra a la diestra de Kubrick y no a la siniestra de Carl Foreman. Por cierto, esa larga escena filmada por Zinnemann que antecede a la llegada del tren con el villano Frank Miller a bordo, al pueblo cobarde de Hadleyville, es una obra maestra de la narrativa. ¿Qué más se puede pedir? No mucho.
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