
La historia de la creación de “In Cold Blood”, aquella novela periodística majestuosa de Truman Capote es parte del discurso mítico del excepcionalismo literario norteamericano (ahora finiquitado). En el nefasto año de 1959, Richard Hickock y Perry Smith asesinaron a sangre fría a la familia Clutter, en el pueblecillo de Holcomb, Kansas, para robarles cincuenta dólares. Capote se encargaría de investigar el trasfondo de los hechos, creando una especie de cercanía “inquietante” con el asesino Smith, hecho que pertenece desde entonces a la mitología intelectual de Norteamérica.
Entre los varios filmes realizados sobre el tema, “Capote” (2005) la ópera prima de Bennet Miller, ostenta un buen guión, un aceptable ritmo y, sobre todo, soberbias actuaciones, lidereadas por el muy talentoso Philip Seymour Hoffman, que luego de una larga carrera de quince años haciendo secundarios, con esta pieza le declararía al mundo que era un profesional soberbio, uno de los más serios y notables representantes actorales de su generación, un tipo que todo lo que tocaba lo convertía en oro. Maravillas posteriores como “Before the Devil Knows You’re Dead”, “Pirate Radio” y “The Master” así lo atestiguan. Lástima que aquel febrero del 2014 se matara, a los 46 años, con una sobredosis letal.
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