
The Misfits (1961) es una curiosidad cinematográfica, amén de un sólido ejercicio artístico. Curiosidad, porque fue el último filme rodado por Marilyn Monroe antes de su suicidio, y por Clark Gable antes de aquel infarto mortal. Sólida pieza, porque la historia escrita por Arthur Miller está repleta de personajes rotos que se redimen a sí mismos a medida que la vida prosigue; y porque John Huston, aquel geniecillo nacido al amparo de la Warner Bros, da clases de realización a un nivel jamás imaginado (y alcanzado) por ejemplo, por cualquier director proveniente del islote castrista. Es The Misfits, de hecho, la obra que en mi opinión mejor recoge el paradigma Monroe en toda su extensión, lo cual de por sí basta para recitar la misa.
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