
Las obras de Richard Linklater poseen una característica primordial: no tratan absolutamente de nada. Las historias no persiguen consecución alguna. Son retazos de la vida que transcurre a diario. Son, en definitiva, piezas descriptivas.
Dazed and Confused (1993), cinta sobreestimada como el resto de la obra, en mayor o menor medida, de Linklater, es una película de nostalgia setentera, adolescente, colegial. La música es formidable, algunos parlamentos del guión también; la mirada apesadumbrada sobre el paso inevitable del tiempo, un signo prevalente y definitorio.
Daze and Confused es una especie, en definitivas, de versión hippie y algo light del Outsiders de Coppola, que quizás trasciende los estereotipos de los personajes clásicos del cine colegial, aquellos propiciados por John Hughes en los ochenta. Y poco más…
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