
Ida (2014) es, en parte, el reflejo de los atardeceres nublados con olor a aguacero del Colón setentero; un pasado en blanco y negro, o más bien, sepia que cargamos a cuestas; una mirada bucólica del comunismo ajado.
Pawel Pawlikowski es el juglar de las pesadillas de la Polonia moderna: la guerra, el comunismo, la religión y sus alcances dentro del alma nacional son sus inquietudes recurrentes. Pero es también un narrador de la Europa oriental, un cronista del desastre y el horror, como no abundan muchos. Sus dos últimos trabajos, en esa misma cuerda, son paradigmáticos: Ida y Cold War.
En esta pieza, estéticamente casi impecable, Pawlikowsky contrasta conceptualmente el pasado y el presente. Establece un contrapunteo visual y narrativo entre el socialismo maniqueo y un pasado mejor. Entonces, quizás sea, en realidad, una superposición entre el pasado y el pasado, para ser exactos; a no ser que todo presente sea pasado, si es que me hago entender. Una antigua fiscal, libidinosa y borracha, egoísta y fría, y una joven monja huérfana son las representaciones icónicas de ambas realidades tan distintas, pero también tan iguales y cercanas.
No tenemos a un Pawlikowsky, he de decirles, en todo el panorama cultural cubano, no solo por la notable falta de talento creativo que aqueja desde hace mucho a las artes nacionales, sino también por la ausencia de una ideología autoral capaz de trascender el bochinche urbano y la consigna de moda. Y es que la fundación de ideas no puede establecerse desde el naranja chillón o desde la apatía de la más predecible corrección.
Por cierto, en esta “Ida”, demasiado lenta y demasiado corta, ya hay un guiño a su sucesora, a Cold War, cuando la hermosísima Joanna Kulig sale cantando Portovino en un restaurant de mala muerte (un Elguea polaco), encarnando aquel mismo papel que desarrollaría luego Pawlikowski con más profundidad y más paciencia. Por lo pronto, no es esta una pieza fundacional, pero sí una especie de aperitivo (no muy bien logrado, es la verdad) de lo que más tarde sería un ejercicio muy atendible de arte y denuncia desde una perspectiva anticomunista, lo cual, amigos míos, no es para nada poco.
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