Vivimos tiempos en que el neo marxismo, a escala global, parece revivir en los textos de un Thomas Piketty, por ejemplo. La visión colectivista de la distribución de bienes y el papel preponderante del estado comienzan a carcomer a las grandes economías capitalistas occidentales. Estamos ya anclados en la post modernidad, como muy acertadamente ha señalado Félix de Azúa Comella.
La sensación colectiva de culpabilidad generada alguna vez por la teología cristiana se ha ido disipando y los límites entre las categorizaciones del bien y el mal se desdibujan. Somos, en fin, testigos de “la muerte del mito fundacional del génesis”, para citar exactamente a de Azúa.
El decreto de la muerte de la influencia cristiana sobre los hombres occidentales es prácticamente un hecho. Cómo sobrevivir a ello es la tarea a resolver que debiera imponerse a sí misma la filosofía post moderna, sobre todo debido a que un revival de la fe me parece improbable en estos días.
(Escrito en julio 23 del 2015)
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