No hay discurso político ni estamento ideológico ni protesta pacífica ni recaudación de plata ni promesa social alguna que cambie el curso de esta nueva era. El buenismo de Gandhi fue un cáncer malsano que se expandió hasta lo inconmensurable.
El mito de las democracias funcionales está muerto y enterrado desde noviembre pasado. Sólo la violencia social podría generar expectativas, pero una sociedad feminizada al extremo de caer abatida impunemente ante la propaganda senil de un virus aterrador y mortal que mata a menos del 2 % de los contagiados, deja en claro que aquellas gestas heroicas de los hombres frente a los imponderables más oscuros, son cosa del pasado.
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