
Tim Hunter nunca fue un gran realizador, a pesar de haber sido el primero en dirigir una adaptación de las novelas de S. E. Hutton, “Tex”, en 1982, antes de que el propio Francis Ford Coppola estrenara un año después las míticas “The Outsiders” y “Rumble Fish”. Pues bien, Hunter insistió en el gran tema de los jóvenes rebeldes (aquella secuela estética y filosófica de la cinematografía de los cincuenta vinculada a la aparición de la generación del Actor’s Studio) con su River Edge (1986), una pieza que a pesar de que en su momento adquirió cierta relevancia por el tratamiento oscuro de la psicología humana, hoy en día no es más que un filme desfasado y mediocre, debido en buena medida al pésimo guión escrito por Neal Jimenez y a las terribles actuaciones de Crispin Glober (de lo peor que he visto en toda mi vida) y un muy joven y deslavado Keanu Reeves.
Hunter sobreviviría luego como un muy decente realizador de televisión que dirigiría en grandísimas series como “Homicide: Life on the Streets”, “Deadwood” y “Breaking Bad” (logrando entre medio concretar un sólido filme escrito por Lyle Kessler, “The Saint of Fort Washington”), pero el fantasma de la mediocre River Edge, a pesar de ser el debut de Ione Skye (luego constituida en un ícono del cine juvenil de los 80 con aquella “Say Anything”) lo perseguiría por siempre, recordándole continuamente que los Coppola sólo nacen una vez de tanto en tanto.
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