1435

Revolutionary Road es una de las cintas más intensas y profundas y descarnadas que se han filmado en la historia del cine. Sus personajes adorables y patéticos, tan humanos y reales, miserables y complejos, son reflejo de la indigencia que cargamos dentro. Estructurados en base a un formato prácticamente teatral, nos gritan, nos ofenden, nos causan un dolor profundísimo y letal, una pena insoslayable de la que recuperarse es imposible, incluso al paso de los años. Revolutionary Road no es más que una aguda narración acerca de cómo los sueños, etéreos, imprecisos, se hipertrofian bajo la égida del desequilibrio, de la inconformidad, del desarraigo. Nos enseña, con esa crueldad infinita que se agazapa tras la normalidad y el acomodo, la manera en que el pragmatismo y las circunstancias objetivas apisonan los delirios de una vida distinta.

Todo el leit motiv que nos anima, como observadores de esta obra magnífica y brutal, es descubrir si Sam Mendes toma partido por alguno de los decursares de la historia. Pero al final la respuesta parece ser clara y directa. El realizador inglés es un cronista, un cirujano que disecciona sin juzgar. Su afilada navaja solo expone para que seamos nosotros quienes enjuiciemos y decidamos. No es Mendes, como equivocadamente muchos piensan, un crítico implacable de la sociedad norteamericana, del sueño idílico del “imperio” todopoderoso. Es un crítico implacable de la humanidad completa, del animal que somos. No es otra cosa, Mendez, que un aniquilador de quimeras y utopías.

Sobre las inmensas actuaciones, subestimadas me parece, hay que acotar a una Kate Winslet, salvaje y hermosa, inquietante y turbada, potra de raza que finaliza esta carrera con ventaja sobre los otros. Y a un Michael Shannon, con un par de escenas brillantes, magistrales, que debió haber ganado el Oscar ese año. Su voz es la de la conciencia, demente, cínica, desolada y cruel, que habita muy dentro de nosotros. ¿Y De Caprio? Pues este Frank Wheeler surgido del talento de Richard Yates da vuelta y media al Hugh Glass de Iñárritu, que tanto reconocimiento recibiera. Y es que a veces no se trata del talento per se, sino de las circunstancias y su historia.

(Reseña escrita en el 2016)

1433

Se los repito a pesar de los pesares: si el Covid fuera tan “maligno” como se les intenta hacer creer, en Cuba los difuntos tendrían que ser recogidos de las calles con carretillas, como en aquella escena en que el Eastwood sin nombre contabiliza a sus muertos para cobrar la recompensa.

El desastre del castrismo, las muertes intrahospitalarias, la falta de medicamentos potencian la pesadilla del Covid… y del dengue y de las meningos virales y de la Influenza y de la Leptospirosis… y así hasta el infinito.

El día en que un virus verdaderamente mortal que posea más de un 2 % de letalidad arribe a la isla… arrasa. Mientras tanto, siéntense a esperar los apocalípticos de siempre.

1428

Todos lo sabíamos, tirios y troyanos. El fraude escandaloso de Arizona fue el mismo de Georgia, Pensilvania, Michigan, Wisconsin y Nevada, ¡Vamos, no se hagan los sorprendidos! No se cambia el resultado electoral en unas pocas horas de la madrugada, cuando se pierde por ocho y dieciséis puntos, tras haber sido contabilizados más del cincuenta porciento de los votos. Es matemática y estadísticamente imposible.

Pero quien no tenga claro que para hacer una cosa así y salirse con la suya se necesita de una complicidad milimétricamente construida a lo largo de años y de la complacencia y el apoyo de muchos de los grandes estamentos de la sociedad, entonces está perdido entre los vapores celestiales del hachís.

Ninguna auditoría, por profunda y contundente que sea o haya sido, cambiará el cariz de lo que aconteció en noviembre, simplemente porque los encargados de validar cualquier investigación pasada, presente o futura, son aquellos mismos que te birlaron el resultado de una elección trascendental con una facilidad pasmosa.

El destino es claro y consecuente y el futuro luminoso ya es un hecho.

1427

¿Recuerdan cuando les contaba acerca de aquel buen amigo que tuvo que esperar durante meses para poder cambiar su auto, porque el modelo que él quería no podía encontrarse por ningún lado? Bueno, me está pasando lo mismo.

(Welcome to the new USA… me digo a mí mismo!)

Lo tengo separado, no ha llegado aún al «dealer», y a pesar de buenos amigos que trabajan allí y que lograron «guardarme» el carro… la cosa pica y se extiende…

1426

Llegas agotado del trabajo luego de ver una veintena de pacientes, un querido primo hermano te visita, tu esposa te compró una empanada chilena de carne en Pamela’s y tu madre cocinó arroz desgranado de Nepal con “bistec” de res asado a la cazuela con un potaje de frijoles negros… y entonces aparece este vino maravilloso magnánimo y soberbio (que dualidad tan maravillosa), este Urgency californiano rey de reyes, este Cabernet Sauvignon tan disfrutable… y te percatas de que la vida, a pesar de los miserables y cobardes, es una maravilla…

1423

Llegué a Chile en 1996, cuando el gobierno demócrata-cristiano de Eduardo Frei regía. Patricio Alwyn, para ese entonces, ya era historia. Fui testigo de Augusto Pinochet como indiscutido jefe de ejército, de la ascención del socialista Ricardo Lagos, de la construcción propagandística de Bachelet como la próxima mesías, de Joaquín Lavín y Sebastián Piñera como valuartes de la «derecha» nacional. Revalidé mi título por la prestigiosa Universidad de Chile y terminé largándome en el 2005. Entre otra razones, intuía el triunfo terrible de la Bachelet y el oscuro futuro del país. Cuando se lo comenté aquí en Miami poco tiempo después a Carlos Alberto Montaner, el tipo me miró como si estuviera loco y entonces tuve que explicarle de qué manera funcionaban las cosas en materia política en el país austral. No me entendió en lo absoluto. No podía interiorizar que un tipo joven salido de las entrañas del castrismo no pudiera valorar las bonanzas de la tan llevada y traída democracia occidental que, de cierta forma, la Bachelet representaba. Jamás tomó en serio mis advertencias de que en el Chile futuro la constitución zozobraría y el socialismo sin matices terminaría por imponerse. Desde entonces supe que Montaner era un petimetre muy sobrevalorado, un hombre sin visión de futuro y sin previsión, un simple crédulo sin agudeza alguna. Y como casi siempre, disculpen mi modestia, el tiempo terminó por darme la razón…

1420

Giú la Testa (1971) es la menos conocida de las cintas western de Sergio Leone, fundamentalmente por tres razones: vino después de su obra maestra The Bad, The God and the Ugly y de la muy notable Once Upon a Time in the West; el personaje sin nombre de Clint Easwood no forma parte del roster y la acción no está localizada en el salvaje Oeste norteamericano; y la más importante de todas, la pieza no está a la altura de sus predecesoras.

El filme comienza con una cita de Mao Tse Tung y una de las meadas más realistas del cine, anunciando el hecho indefectible de que Giú la Testa es la más política de las cintas del realizador italiano. La glorificación de la revolución, desde una perspectiva izquierdista (la que ha predominado después de las pescaderas de París, de Robespierre y Marat) es aquí un hecho. Pero Leone, de cierta manera un entusiasta descreído, nos embaraja el mensaje con ironía y sarcasmo.

Por otro lado, el personaje de Rod Steiger es una imitación del feo de Wallach, lo cual es absolutamente comprensible si entendemos que el papel escrito por Leone estaba específicamente destinado para el gran Eli. Cualquier cosa posterior al Tuco, estemos claros, no es más que un burdo calco aunque este venga de la mano de Steiger. Y es que Giú la Testa es una pieza construida sobre despojos: un Leone que no quería dirigir, un Eastwood que rechazó el papel de terrorista irlandés (luego retomado por Coburn), un Wallach que abandonó la barca…

No se me malentienda: la cinta es ambiciosa, y nunca fue esbozada como una obra menor, aunque Leone no tuviera planes de dirigirla en primera instancia. Pero el resultado es fallido. Nos trae el déjà vu terrible y majestuoso de otros tiempos mejores, cuando el genio del vástago de Roma aún sobresalía superlativamente. Y es que después de la trilogía (¿o quizás cuatrilogía?), amigos míos, Leone nunca más volvería a ser el mismo, a pesar de las partituras avasalladoras de Morricone, a pesar de aquellos primeros planos, de su inocencia viril… Ni la belleza incomparable de la Connelly bañada por la nostalgia de Ennio es capaz de redimir su arte. Giú la Testa es el despido de Leone, por mucho que nos pese…

1419

Facebook ha revolucionado a la palabra. Facebook y las otras redes sociales, está claro.¿Se imaginan al maestro Jorge Luis, prisionero de su ceguera legendaria, preguntándole a María Kodama por las últimas entradas de Bioy Casares en su muro?“Y parece que hoy no va a venir a cenar el bueno de Adolfito, querido. Acá lo veo con unas chicas en esta foto a la entrada del Cabrecho… ¿Vos sabés si alguien que va al Cabrecho vuelve a la misma noche, Jorge Luis? ¿O acaso es el Café La Biela?”Y mueve la cabeza el inmenso Borges, a sabiendas de que Uqbar y el espejo de la quinta en la calle Gaona no podrán ser debatidos al calor de la cena.

(Escrito en Septiembre del 2014, hace ya la friolera de 7 años)

1418

Sabes que estás “en talla” en la materia cuando pruebas un vino y percibes que es ligero y ácido sobre cualquier otra cosa, y luego revisas el sitio web de la marca y te presentan al producto resaltando precisamente lo que ya tú habías notado. No es cosa simple, créanme. La casa Bonterra cosecha sus vinos al norte de California, en el condado de Mendocino, con uvas orgánicas y técnicas ambientalistas. Su Young Red, que vale alrededor de 16 dólares la botella, es ácido, ligero, extremadamente simple y su bouquet es escasamente perdurable. Que no se me malentienda, no es un mal elixir, pero recuerda mucho más a los mediterráneos españoles que a los rojos californianos. Y eso, amigos míos, es casi imperdonable.

1417

Facebook se ha convertido, en esta especie de mundo virtual en que vivimos, heterotópico y brutal (a la usanza de Foucault en sus estudios sobre el poder), en un regulador (un censor) de las noticias y los hechos, de la cultura y del pensar. Sacando a Dios de la ecuación, anulando la percepción metafísica de Duns Escoto, podemos aplicar en este caso aquello de que las leyes y normas morales no valen por su racionalidad u ordenación a un fin, sino por el solo hecho de haberlas establecido Zuckerberg. Y claro, esto no es casual. El enanillo de marras es sólo una porción de la ecuación. Amigos, la libertad hoy, más que nunca, es ilusoria.

1416

Mientras manejo hacia y desde el trabajo cada día de la semana, en vez de perder mi tiempo escuchando noticias y desinformaciones, me dedico a revisar música. Las últimas dos semanas repasé toda la obra, de pé a pá, de la banda femenina sueca Thundermother (es muy buena!) y de los veteranos Tygers of the Pan Tang. Este lunes empecé con The Allman Brothers, probablemente la troupé más “bluesera” (y jazzista, y progresive, y country, y southern) que se haya escuchado alguna vez.