Cuando el castrismo se apoderó de Cuba y comenzó el desmantelamiento del capitalismo productivo, aparecieron las primeras escaseces que luego se fueron profundizando a medida que las iniciativas individuales se convertían en carne muerta. Desde un inicio los infinitos acólitos del nuevo proceso justificaban cualquier desabastecimiento culpando a los enemigos externos (luego eternos), a las novedosas variantes productivas que se implementaban “para el bien de todos” o al antiguo sistema político, ya patidifuso y derrocado.
En los Estados Unidos hoy comienzan a escasear hasta las bolsas de comprar en las tiendas (lo comprobamos en la Barnes and Nobles de la barriada) y la gente, impávida y confiada, asegura que no pasa nada, que las carencias pasarán, que la culpa es de China o del virus del Covid, que la vida retornará a su normalidad lo antes posible…
El punto es que nunca faltará quien le vire el rostro a la realidad y se haga el de la vista gorda. Mirar y reconocer la fascia del horror no es un asunto grato. Pero les aseguro, amigos míos, que por mucho que huyan no podrán esconderse. La bestia ya habita entre nosotros.
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