Todos lo sabíamos, tirios y troyanos. El fraude escandaloso de Arizona fue el mismo de Georgia, Pensilvania, Michigan, Wisconsin y Nevada, ¡Vamos, no se hagan los sorprendidos! No se cambia el resultado electoral en unas pocas horas de la madrugada, cuando se pierde por ocho y dieciséis puntos, tras haber sido contabilizados más del cincuenta porciento de los votos. Es matemática y estadísticamente imposible.
Pero quien no tenga claro que para hacer una cosa así y salirse con la suya se necesita de una complicidad milimétricamente construida a lo largo de años y de la complacencia y el apoyo de muchos de los grandes estamentos de la sociedad, entonces está perdido entre los vapores celestiales del hachís.
Ninguna auditoría, por profunda y contundente que sea o haya sido, cambiará el cariz de lo que aconteció en noviembre, simplemente porque los encargados de validar cualquier investigación pasada, presente o futura, son aquellos mismos que te birlaron el resultado de una elección trascendental con una facilidad pasmosa.
El destino es claro y consecuente y el futuro luminoso ya es un hecho.
Publicado por