
En plena apoteosis del género chambara, “Kakushi-Toride No San-Akunin”, de Kurosawa, se constituyó en una pieza referencial para el cine posterior a la década de los cincuenta. La narrativa samurái se beneficiaría de ello, al igual que el paritorio del western spaguetti de Leone, y la estética pop de las obras de George Lucas.
La historia, precisa, simple y lineal, es una anteposición eidética entre la masa iletrada e inescrupulosa y los señores altivos y morales. Kurosawa parece explorar la visión escéptica de Kierkegaard, en donde la multitud es la mentira y la verdad siempre está en minoría. Su lectura, a la luz de estos tiempos, se antoja polémica y provocadora, a pesar de ese compasivo final donde presumiblemente la amistad se impone a la avaricia.
Escoger un tono cómico y festivo al decursar de la historia, donde los personajes Matashichi y Tahei sirven de guías narrativos y de testigos activos, le otorga a “Kakushi-Toride…” un carácter regocijante y triunfal. La comedia es aquí el desencadenante de un epifenómeno mayor: el triunfo de la voluntad sobre las miserias que alimentan el mal. De más está decir que Kurosawa sabía lo que hacía.
- Escrito en el 2016
Publicado por