
Pig (2021), del debutante Michael Sarnoski, es, sobre cualquier otra cosa, una sorpresa. Cuando todos esperábamos ver a un rudo, barbudo y desaseado Nicolas Cage vengar horripilantemente el secuestro de su cerdo caza setas (sí, no hablamos de su hija ni de su esposa o su sobrina) al final terminamos tropezándonos con un poema de sensibilidad exquisita (ya muchos bardos-mermelada del patio quisieran acercarse al espíritu de Sarnoski) que nos habla sobre el pasado, sobre los errores y la muerte; sobre la cocina, los vinos y el dolor.
A la originalidad del texto de Vanessa Block y del propio Sarnoski, debemos de sumar ese espíritu estético notable de Patrick Scola que termina por redondear una pieza fresca, formidable, astuta, y que a pesar de su sencillez extrema y de algunos remiendos apresurados, puede ya contarse, desde ahora, entre lo mejor y más auténtico que se ha hecho en los últimos años en el mundillo del cine. Dicen que en el país de los ciegos el tuerto es rey… y aquí aplica esa máxima como anillo al dedo.
PD: El Pulp Fiction de Cage pareciera ser esta Pig. Ojalá le llegara nuevamente la buena fortuna, pero en los tiempos que vivimos, eso es cosa muy poco probable. El cine, como todo lo demás, ya desciende hacia el infierno.
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