(Tras la pena cumplida en la prisión de Zuckaverga…)
Estaba en el tanque joseando una segunda bandeja del almuerzo, cuando el correctional officer de turno asomó la jeta por una barandilla estrecha que separa a la oficialidad de los presidiarios del pod, y gritó a voz en cuello: “Piñeiro, empaca tu mierda que te vas”.
Luego de despedirme de algunos delincuentes de poca monta de mi mismo pasillo y de dejarle la reserva de chicharrones que había comprado en el commisary a Joe Acevedo, que miraba angustiado como se quedaba sólo, recogí el colchón y algunos calzoncillos sucios y me largué hacia el área de discharge.
Antes de traspasar el pesado portón, un par de vigilantes se rieron por lo bajo y susurraron: “este comemierda es reincidente. Pronto lo tendremos de vuelta por acá”. Una vez afuera, y tras respirar el fresco y reconfortante aire de la libertad, alcancé a divisar al Güicho Crónico echándole mano, en chancletas y un pullovito desteñio que le agitó a un púber progresista en cana (por haber dicho una mala palabra en un arrebato de ira), a un Uber que pasaba raudo frente a la prisión…
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